Autor Tema: LA BICICLETA ROJA (CUENTO DE NAVIDAD) (Leído 49 veces)

Boxinggirl · « **on:** 23 de Diciembre de 2024, 01:54:08 am »

CUENTO DE NAVIDAD
Me enamoré por primera vez que a los siete años. Cada tarde, al salir de la escuela desviaba un poco el camino para verla y el corazón se desbocaba al acercarme a ella.
Soñaba con ella… largos paseos juntos, llenos de sol y aire libre. Mi vida se veía transformada por la posibilidad de compartirse con aquella compañera perfecta. Pasaba horas viéndola. Roja y esbelta... ¡La bicicleta más perfecta que un niño podía desear!
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Mi abuelo vivía cerca de casa. Una tarde fui a visitarlo y trabajamos por horas en su jardín quitando las ramas viejas de los árboles y limpiando las flores. Mientras él silbaba, yo trabajaba silencioso con la mente en otra parte. En algún momento el abuelo me vio tan perdido que preguntó que me pasaba. - Siempre tuve una relación especial con el abuelo, compartí con él mis fantasías y temores, y algunas confidencias de mi niñez- así que nos sentamos en la banca y le conté con lujo de detalle mi romance apasionado con aquella bicicleta que me tanto me emocionaba.
El abuelo me escuchaba atento y sonreía entretenido. Cuando acabé de contarle se me quedó viendo fijamente y pude ver en sus ojos cómo él mismo se remontaba a un largo viaje… a su propia infancia, poblada de tardes en el campo y amores platónicos.
- "Es bueno tener sueños" - , se interrumpió, después de un rato.
"Solamente los que sueñan construyen y realizan grandes proyectos" -.
- También soñé con una bicicleta roja cuando tenía tu edad.
- Te voy a dar algo que sirve para alcanzar los sueños, me dijo, cerrándome un ojo. Entonces sacó de su bolsillo una moneda brillante que yo había visto muchas veces entre sus cosas.
- “Esta moneda es mi moneda de la suerte. Es mágica. Hace que tus sueños se cumplan”
Aquella revelación llenó mi imaginación. ¡Una moneda mágica que hacía realidad los sueños! Justo lo que necesitaba para conseguir aquella bicicleta que tanto costaba! El abuelo tomó la moneda y la puso en mi mano.
- Ahora la moneda es tuya, me dijo. A mi me ha concedido tantos sueños, que no puedo pedir nada más. Mi vida es buena y feliz. Seguramente tú tienes un montón de sueños por realizar y ahora la moneda mágica es tuya.-
-¿Me la estas regalando?-
El abuelo que siempre negociaba un poco, frunció un poco el entrecejo y sonrío con picardía:
- No exactamente. A cambio de mi moneda de la suerte espero que me ayudes a barrer las hojas secas este otoño. -
El trato me pareció justo. Una moneda que concedía todos los sueños a cambio de barrer las hojas en compañía del abuelo, sonaba bien.
- ¡Trato hecho! - le dije, y le extendí la mano para sellar el trato. El abuelo puso la moneda en mi palma, cerrando mis dedos sobre ella.
– ¡Sueña! Me dijo… - ¡Sueña siempre y trabaja para que la moneda te cumpla cada deseo, cada proyecto que tengas en tu vida! –
Por un momento su mirada se nubló y se hizo un momento triste.
- ¿Te pasa algo abuelo? – Le pregunté. En respuesta apretó más mi mano conteniendo la moneda y me sonrió con dulzura.
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Aquel otoño, la moneda me acompañó siempre. Cada tarde pasaba a visitar la bicicleta al escaparate y de ahí a casa del abuelo. Pasamos muchas tardes barriendo hojas en el jardín, ¡millones de hojas, y millones de historias! – Las historias del abuelo que caían suaves arrullando mi imaginación. Su vida pasaba frente a mí dejando una huella indeleble de aquel hombre bondadoso que tantas aventuras había vivido.
El trabajo se hacía ligero, y con cada hoja recogida yo soñaba con la bicicleta roja que se acercaba a mi vida.
Al final del otoño los sueños se vieron interrumpidos abruptamente; el abuelo murió. Se fue tranquilo una tarde que dormitaba en el jardín, tan natural como las últimas hojas que caían de los árboles.
La pena fue grande para todos, y para colmo de males, la bicicleta roja de mis sueños desapareció del mostrador de la tienda.
- Alguien la compró, me dijo el encargado –
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Celebramos la Noche Buena apesadumbrados. El fuego ardía en la chimenea y el árbol de navidad iluminaba la sala. Mi padre silencioso llenaba su pipa y mamá daba los últimos toques a la cena. Todo parecía normal, pero un vació grande se adueñaba de nuestra navidad. Por primera vez el abuelo no estaba con nosotros.
No hablamos demasiado durante la cena, no había aquel tradicional calor navideño en casa.
Ya me disponía a despedirme para ir a dormir cuando sonó el timbre.
Volteamos a vernos un tanto sorprendidos pues no esperábamos visita a esa hora.
Corrí a abrir la puerta sorprendido, y ahí estaba un hombre de pie, quien leyó mi nombre ceremoniosamente de una tarjeta.
-Sí, soy yo,- le respondí, un poco intrigado.
El hombre caminó a una camioneta estacionada frente a la casa y bajó cuidadosamente una bicicleta de la parte trasera, ¡Era la bicicleta roja del escaparate!. ¡Brillaba como si fuera de caramelo y yo no podía creer lo que pasaba!
Mis padres miraban sorprendidos la escena pensando que había un error.
Pero no lo había. La tarjeta con mi nombre colgaba del manubrio de la bicicleta.
“¡Sueña siempre!
¡Desea intensamente!
¡Camina siempre hacia tus sueños!”.
Te quiere siempre: Tu Abuelo.
Él sabía que no llegaría a la Navidad, pero había logrado su último propósito: estar con nosotros en esa fecha y cumplir la promesa de hacer realidad mi sueño.
“ - Desde entonces, esta moneda está siempre conmigo.
Sirve para recordarme cada día que el mundo está lleno de bicicletas rojas esperando que alguien las sueñe para volverse realidad - ”.
Todos llevamos una moneda de los sueños en algún rincón del corazón.
Y el mundo es un parque de bicicletas rojas para que cada niño, sin importar la edad, encuentre la suya.
Que esta Navidad traiga para ti cada sueño que viva en tu corazón.