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Autor Tema: Diario de San Romero 19 de diciembre de 1979  (Leído 1 veces)

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Diario de San Romero 19 de diciembre de 1979
« on: 17 de Noviembre de 2024, 12:17:17 pm »
Diario de San Romero 19 de diciembre de 1979
Miércoles


Hoy celebra su fiesta patronal la Parroquia de San José Quezaltepeque.
Invitado por el Padre Roberto y aquella comunidad, fui a celebrar allá, y en Misa hubo un bonito número de jóvenes que se confirmaron y niños que hicieron su primera comunión. La asistencia en el Colegio de las hermanas Dominicas fue muy numerosa, ya que no se puede tener en la Iglesia parroquial, todavía ocupada por el Padre Quinteros. Mientras almorzaba en el comedor de las hermanas Dominicas de Quezaltepeque, me avisaron por teléfono que acababa de ser ocupado el Arzobispado por la Organización Política Popular, Ligas Populares 28 de Febrero.

Yo me comuniqué luego con el responsable de dicha ocupación para preguntarle cuáles eran sus objetivos y reclamar por ocupación indebida de estas oficinas del Arzobispado. Dijo que les interesaba hablarme personalmente; sin embargo, logré recabar sus objetivos que eran ayudarles a encontrar los cadáveres de los muertos en los desalojos que acaba de hacer los cuerpos de seguridad y también la devolución de los prisioneros en esos desalojos y que, en tercer lugar, hiciera denuncia de la forma demagógica en que la Junta de Gobierno toca los problemas del pueblo.

Por la tarde, vino un grupo de Sacerdotes del Senado Presbiterial, convocado por el Vicario, Padre Cortés a dialogar sobre la situación de la ocupación. En esos momentos vino también el Padre Rogelio Poncel, belga, que parece estar muy comprometido con esta ocupación, a pedirme que la ocupación pedía que fuera a dialogar. Me alteré un poco al decirle que "no representara tan directamente los intereses de una organización, siendo él pastor de todos los cristianos". Hubo algún pequeño altercado con él y otros sacerdotes, pero después terminé reconciliado con él y diciéndole que confiaba en su sentido sacerdotal y pastoral para comprender esta delicada situación que vivimos y no parcializarse. Fui con una representación de los sacerdotes y con el Director del Socorro Jurídico, Bachiller Cuéllar, a dialogar con los ocupantes del Arzobispado, los cuales me reiteraron los objetivos que ya mencioné antes. Dialogamos bastante sobre diversos aspectos, incluso les oí bastante desconfianza con la actuación de la Iglesia, corno si "hubiera dado una vuelta de ciento ochenta grados", expresión de ellos, de su actitud ante Dios, corno si hubiera traicionado los intereses del pueblo, lo cual me molestó bastante viendo la sinceridad con que trato de defender corno siempre, desde el Evangelio, los intereses de nuestro pueblo. Y le dije qué, por hoy, no interesaba tanto esta discusión general, sino que volviéramos al caso concreto de la ocupación. Hablarnos también con el grupo de rehenes, son quince, entre ellos cuatro sacerdotes, las secretarias y otros empleados, los cuales habían estado deliberando de que no era
necesario presionar al Arzobispo para la denuncia y para sus actuaciones en favor de la justicia, ya que éste ha sido siempre el papel que se ha desempeñado en la Iglesia. Y que ellos también se sienten cautivos y que, por tanto, no es una ocupacwn pacífica, aunque ciertamente desarmada, pero les violenta su libertad, y otras consideraciones que me parecieron muy valientes y justas, entre ellas también, el permiso de que salieran las mujeres de esta ocupación. Yo también dije que me quedaría yo si lo que buscan es seguridad, que bastaría la presencia del Arzobispo y que dejaran ir a todos los demás rehenes. Pero ellos dijeron que, los rehenes dijeron que comprendían mi generosidad pero que ellos preferían que yo estuviera fuera para actuar mejor en cualquier otro aspecto y que ellos con gusto se
mantenían solidarios con el Arzobispo dentro.

Sin embargo, analizando después, he encontrado algunas pequeñas ambigüedades en algunos que parecían solidarizarse con la causa de los ocupantes. Tuve luego comunicación telefónica con el Coronel Majano de la Junta de Gobierno, quien fue el quien llamó primero, pero aproveché para pedirle su apoyo en esta situación y que iría pronto el Socorro Jurídico a Expresarle más concretamente los detalles. También esa noche tenía una cita para platicar con el Ingeniero Mayorga Quirós, quien me expresó confidencialmente sus temores de estar colaborando con un Gobierno que mantiene todavía mucha fuerza de represión. Sin embargo, yo le animé porque, a pesar de esta represión que se nota, hay también una altura que busca soluciones justas por medios más inteligentes y que en ese nivel estaba él y que sería una lástima ir viendo como se desprendían de ese esfuerzo los civiles, en quienes tenemos mucha confianza; aunque ésto no supone una aprobación a la Junta, sino una esperanza; de poder encontrar caminos que no sean los violentos y de la sangre. Ya era muy noche, casi las once, cuando me dirigí a la cena que tenían los Cursillos de Cristiandad, en casa de Sigfrido Munés, y donde conversamos ampliamente sobre la situación del país, y la actitud que los cristianos deben tener en este momento. Me consoló mucho el sentido de compresión y de entrega de estos seglares.

Páginas 334-335
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