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Autor Tema: Diario de San Romero 31 de Enero de 1980  (Leído 5 veces)

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Diario de San Romero 31 de Enero de 1980
« on: 06 de Noviembre de 2024, 10:41:24 am »
Diario de San Romero 31 de Enero de 1980


Es otro día lleno de grandes satisfacciones y de muchos logros pastorales. Lo primero que recibí hoy fue la visita del señor Embajador de Sud Africa ante la Santa Sede, quien venía a agradecerme mi preocupación en el secuestro del señor Dunn, Embajador de Sud Africa en El Salvador, que ha sido secuestrado y por el cual estoy mediando. El quiso tener otros informes que yo pude darle y que le dieron mucha satisfacción, porque él dice que es un gran amigo del señor Embajador Dunn.
Vinieron a verme también dos religiosas de Bethania, salvadoreñas, que trabajan aquí y a las que yo saludé, diciéndoles que si se les ofrecía algo y por eso traían una carta para la Superiora General que vive en Santa Tecla. Luego me fui a la Secretaría de Estado, donde tenía cita con el Cardenal Cassaroli, el cual me recibió muy cordialmente y me preguntó sobre la situación de país y la función de la Iglesia. Me reveló que el Embajador de Estados Unidos había venido a verlo con cierta preocupación de que yo estuviera en una línea revolucionaria popular, mientras que Estados Unidos apoya el Gobierno de la Democracia Cristiana. Yo le aclaré al señor
Cardenal que no se trataba de una opción política, sino simplemente de buscar la justicia en la solución de los problemas de mi pueblo. El me dijo que no insistía en ésto, porque la visita del embajador no tenía carácter oficial, y que, de todas maneras, la Iglesia tiene que proceder no por complacer a las potencias de la tierra, sino de acuerdo con su fe y su conciencia en el Evangelio. También se preocupó el Cardenal de que la defensa de los derechos humanos, las reinvindicaciones del pueblo, no vayan a suponer una hipoteca de la Iglesia y de los sentimientos cristianos ante las ideologías, lo cual le dije, como ayer al Santo Padre, que era también mi preocupación de predicar la justicia social, la defensa de los derechos humanos, pero al mismo tiempo advertir a las fuerzas populares reivindicadoras el peligro de caer en ideologías extrañas. Le expliqué también que no podíamos hablar de un anti-comunismo sin el peligro de que nos quisieran hacer cómplices de las injusticias de los ricos, que hablan del anti-comunismo, pero no por defender principios cristianos, sino por defender sus intereses materialistas. Yo noté que el señor Cardenal quedó satisfecho de nuestra conversación y me aseguró que oraba también mucho por El Salvador.
Diario de San Romero 31 de Enero de 1980
Otro aspecto que es necesario consignar es cómo el Cardenal veía que era justa mi perspectiva, de que había que procurar salvar lo sano que hay en el actual Gobierno y unirlo con lo sano que puede haber en los esfuerzos y apoyos populares. Me dijo que él creía que esa era la verdadera salida de nuestras crisis. Lo cual me confirmó mucho en seguir defendiendo la parte sana del Gobierno y esforzarla a que encuentre un diálogo con las bases populares, a las cuales también hay que advertirles de su peligro de perder los sentimientos cristianos por una liberación temporalista.

Después fui a la Congregación para Obispos, pero el Cardenal Baggio no estaba porque el Papa lo había invitado a la Misa de clausura del Sínodo Holandés, y tampoco el Subsecretario, Monseñor Moreira, brasileño, a quien ví a la salida y me dijo que volviera dentro de un rato. Me dio oportunidad de ir a hablar a la Congregación para la Educación y tratar el asunto del Seminario. Allá me encontré con el Subsecretario y fue una fortuna, porque es una mentabilidad abierta a los progresos que, muchas
veces, escandalizan el tradicionalismo de nuestra Iglesia y me expresó, en forma muy confidencial, cuánto temía él por esa falta de apertura de la Iglesia. Se alegró de encontrar criterios parecidos en mí y conversamos ampliamente de la situación del Seminario y me prometió hacer todo lo posible de conseguir lo más que pudiera y que me iba a comunicar. Me exhortó a tener mucho ánimo y a tener en cuenta que, quien sigue esta línea progresista de una Iglesia auténticamente fiel a los postulados del
Vaticano Segundo, tiene que sufrir mucho ser tenido también en perspectivas sospechosas, pero que la conciencia y la satisfacción de servir a Dios y a la Iglesia valía por encima de todas las persecuciones. Fui luego a la Congregación para los Obispos, no estaba el Cardenal Baggio, pero me atendió Monseñor Moreira, muy comprensivo, al que pude dejarle la carta que escribí al Cardenal Lorscheider, resumen de nuestras conversaciones en San Salvador, y le he encarecido de manera especial resolverme el asunto del Obispo auxiliar y tomar muy en cuenta la sugerencia de revitalizar la Conferencia Episcopal con nuevos elementos, abiertos a las nuevas mentalidades de la Iglesia. Me escuchó muy atentamente toda la problemática
que yo pude explicarle y le dejé también documentos de la Conferencia Episcopal, los cuales me prometió estudiar y conversar con Monseñor Baggio y hacer, de su parte, todo lo que estaba a su alcance. Terminando ésto fui a arreglar mis maletas al Pensionato Romano, a almorzar y luego ya estaban las hermanas Dominicas que nos llevaron al aeropuerto, rumbo a Bélgica en Alitalia.

Eran las cuatro de la tarde y nuestro vuelo fue felíz. Llegamos a Bruselas, donde nos esperaba el Padre Juan Deplanck y otros amigos salvadoreños y belgas que nos dieron una cariñosa bienvenida. El Padre Juan dijo que tenía ya comprometida esta noche, una reunión en Brujas, y allá nos fuimos, sin preocuparnos de la cena, más que tomando un pequeño "sandwich" en el camino, y efectivamente, después de una hora, un poco más, de camino, estábamos en esta pintoresca ciudad que no pude conocer más que de noche, en cuyo salón parroquial estaba reunida una gran cantidad de fieles, que son miembros de comunidades eclesiales de base, iniciadas aquí por el Padre Pedro con el deseo expreso del señor Obispo, Monseñor Desmet, el cual se encontraba en el centro de la reunión. El Padre Rogelio que está de vacaciones, estaba dirigiendo la reunión y me presentó, fui recibido con un caluroso e interminable aplauso. Saludé yo a la muchedumbre como un sentimiento de comunión. La alegría de sentirme como en la casa, saludar a Monseñor Desmet, agradecerle toda su colaboración para nuestra Iglesia y a todos los belgas, que nos habían dado tan valiosa ayuda de personas, ayudas económicas y toda clase para nuestra pastoral.

Después hubo algunas otras participaciones de saludo, de solidaridad y se me invitó a desarrollar algún tema, que yo escogí con el tema de mi doctorado Honoris Causa, "La fe y la política": lo que la fe puede dar a las realidades políticas, tomando de mi carta pastoral, los servicios que la Iglesia da en este tiempo de crisis, ante todo, a partir de su identidad de Iglesia ... Y en el segundo punto, lo que la fe recibe a cambio de este servicio al mundo, que es maduración en su creencia en Dios, profundo más sentido del pecado y conocimiento más hondo de Jesucristo, su encarnación y su redención; que hay una reciprocidad entre el bien que la Iglesia hace al iluminar la política, al profundizar la fe de los cristianos en su propia realidad. Después de varios saludos y recibir regalos de las familias de los sacerdotes, sobre todo, de la mamá del Padre Pedro, me fui al episcopado, por invitación de Monseñor Desmet, donde platicamos largamente sobre la situación de los sacerdotes belgas en El Salvador; reocupándonos
principalmente de la situación de Rogelio, al cual el mismo señor obispo aprecia y tiene reservas igualmente que las que yo tengo, de modo que, compartimos bien nuestra preocupación, y nos propusimos no hacerlo víctima, sino al contrario, ayudarle fraternalmente con el Diálogo para que sea un buen instrumento de la Pastoral de nuestra Diócesis. Lo mismo hablamos del problema del Padre Esteban Alliet y me alegré mucho de poderle
dar buenas noticias de los otros sacerdotes y religiosas de su Diócesis.
Monseñor Desmet me dijo que qué otra cosa podía hacer, que él no tenía
ninguna reserva para ayudarnos, que la Divina Providencia le ayudaría,
aún cuando se tratara de sacerdotes que se quieran ir para allá, él con
mucho gusto les autorizaría. Me admiró este sentido tan generoso de un
Obispo que ama de veras a la Iglesia Universal y no ve sólo los intereses
de su Diócesis. Ya era la media noche. Era curioso salir a media noche de
Brujas y regresamos a Lovaina, donde pudimos encontrar un poco de sue-
ño en la Casa de Formación de América Latina, que los padres belgas
dirigen para preparar agentes de pastoral de Europa y principalmente de
Bélgica, para las Diócesis latinoamericanas.
Un hermoso cuarto me esperaba y así terminó, ya comenzando el nuevo día, l
a larga jornada que he tratado de describir en este diario.

Páginas 377-375
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