Diario de San Óscar Romero
Diario de marzo de 1980
Domingo, 09 de marzo
Considero que es un domingo extraordinario y le doy gracias a Dios por las inmensas satisfacciones que me ha dado hoy. La Misa dominical fue extraordinaria en el sentido de dos acontecimientos que no suele haber los otros domingos: primero estaba anunciaba la entrega del Premio de la Paz 1980, que me confería la Acción Ecuménica de Suecia. No habiendo podido ir allá, ellos tuvieron la bondad de enviar al Secretario General, junto con otro miembro de la Iglesia Luterana, pera hacerme esta entrega solemne en la Catedral. Estuvo también presente el señor embajador de Suecia. El Monseñor que me entregó el premio, un pergamino con un cheque por diez mil dólares y otro cheque adicional de una colecta entre los católicos de Suecia por dos mil quinientos dólares, se expresó antes de entregar el premio con frases muy elogiosas, que expresaban el sentir de aquellas Iglesias cristianas. El premio me lo entregó el propio embajador, que se solidarizó en forma oficial de parte de su país con este gesto de la acción ecuménica de su patria. El otro hecho, fue la presencia de dos cadáveres que fueron masacrados estos días, después de haber sido secuestrados. Los encontraron asesinados, horrendamente torturados, se trata del matrimonio de Roberto Castellanos con su esposa, una joven danesa, cuya madre no pudo venir; pero la madre de Roberto, expresamente pidió estar en esta Misa, a pesar del ambiente que yo le advertí que podía talvez ofender sus sentimientos de dolor. Me dijo que ella siempre había admirado esta Misa y que estaba su hijo muy de acuerdo con todo…
Domingo, 09 de marzo de 1980, (Continuación)
Explicaba que la Misa de este domingo fue extraordinaria por dos hechos: por haberme entregado, después del Evangelio, el Premio de la Paz 1980, que otorga la Acción Ecuménica de Suecia, y segundo, porque estuvieron presentes dos cadáveres asesinados por las fuerzas de la derecha y cuya madre del esposo, ya que se trata de un matrimonio, quiso, precisamente, que fueran velados en esta Misa de la ocho de la Basílica, Ella me decía que su hijo, Roberto, casado con la esposa, una joven danesa, asesinada juntamente con él, había trabajado mucho por mejorar la situación del país y admiraba mucho la actitud de nuestra Iglesia y que ella también se sentía atraída para esta Misa y suplicó que aquí se rezaran sus últimas oraciones para conducirlo al cementerio. Por estos dos motivos, la asistencia a la Basílica era muy grande, no era capaz la inmensa basílica de contener la muchedumbre que, gran parte, se quedó en la calle.
Mi homilía se motivó en estas dos circunstancias para enlazar con el mensaje de la Palabra de Dios sobre la conversión personal, como condición indispensable para la salvación. Me referí también, en la parte aplicativa, a los dos perfiles que han sobresalido en esta semana en el país: el crecimiento de la represión del Gobierno para el pueblo, sobre todo, para las organizaciones, y, por otra parte, las do leyes de Reforma Agraria y de nacionalización de los bancos. Mi pensamiento era que eran leyes buenas, pero que corrían el peligro de ser inoperantes, mientras no se evitara la represión y no se tratara de ponerse en diálogo con los proyectos del pueblo. Que querer defender los proyectos del Gobierno con una intransigencia tal de sentir como enemigos iguales a la derecha y a la izquierda era injusto. Ya que sí a la derecha afectaban estas transformaciones, pero no se reprimían sus ataques que tratan de destruir la organización del pueblo. Y la izquierda no era una oposición a los proyectos que van en bien del pueblo; ya que la Izquierda, llamada así a las Organizaciones Populares, no presentan proyectos enemigos, sino que pueden ser muy convergentes en beneficio del pueblo y que el Gobierno tenía que atender estas voces del pueblo, si quería encontrar arraigo y eficacia en sus proyectos. La salida de la Misa fue muy conmovedora. Pusimos a la cabeza del desfile de salida los dos ataúdes, la familia doliente, los sacerdotes que concelebraron conmigo de parte de la UCA, ya que la muerta era alumna de la UCA, y los representantes de Suecía y todo el pueblo en general, que a la salida expresó su condolencia a la familia y su felicitación a este servidor. Después nos fuimos al convento de la Basílica, donde la misión sueca había preparado una recepción popular, con gaseosas y galletas para el pueblo, y al mismo tiempo, se tuvo una conferencia de prensa muy interesante, ya que había, en esta Misa, muchos periodistas de la televisión, de la radio y de la prensa de otros países y participó en ella el Padre EllaCuria, Rector de la UCA, estuvo también muy inteligente en sus respuestas. Suplicamos que llevaran hacia el extranjero la verdadera imagen de nuestra situación que es muy difícil de comprender, pues mientras se ofrecen reformas que benefician al pueblo, se lleva también una represión que ofende terriblemente la dignidad de nuestro pueblo.
Me dirigí, a mediodía, a clausurar la convivencia de jóvenes en el Seminario San José de la Montaña. Unos cuarenta jóvenes asesorados por la Comisión de Pastoral juvenil del mismo Seminario y la Misa resultó muy juvenil, de muchas promesas para nuestra Iglesia. Me encantó el momento de la comunión, en que casi todos los jóvenes pudieron acercarse a la Eucaristía. Les dije que, una vida en gracia, siempre disponibles a la comunión, era toda una garantía de bendiciones de Dios y de éxitos pastorales, y les invité a trabajar en la juventud de toda la Diócesis.
A las cinco de la tarde, fui a la Basílica nuevamente a celebrar un funeral en sufragio del doctor Mario Zamora, que fue también asesinado la semana pasada. Dí el pésame a la familia, su papá, su esposa y demás hermanos y familiares. Y tomando el tema de la primera lectura, donde Dios manifiesta a Moisés su voluntad de liberar al pueblo y de ofrecerle “una tierra que mana leche y miel”; dije que los méritos de quienes trabajan en la política y en la liberación del pueblo son inmortales cuando se han trabajado con esperanza cristiana en el corazón. Esta “tierra que mana leche y miel” no se encuentra en este mundo, sino como una utopía que va marcando caminos más allá de la historia y que este era el mérito de Mario Zamora, ya que como cristiano, había trabajado por un mundo más justo y más fraternal en El Salvador.
Finalmente, a las siete de la noche, fui a dar posesión de la Parroquia del Barrio de Lourdes al Padre Juan Martínez, Paulino; su Provincial, el Padre Chacón, junto conmigo y el Padre Juan presidimos la Eucaristía. Se establecerá allá el Padre Juan junto con un grupo de teólogos Paulinos, que estudian en el Seminario y que van a compartir las experiencias pastorales de aquel barrio pobre. La gente estuvo muy acogedora, principalmente, las religiosas de La Asunción, que ya trabajan allí y se muestran muy deseosas de colaborar con el nuevo párroco. Lo mismo las hermanas de la Caridad, que por ser Paulino el párroco, estaban allí y ofrecen también su colaboración. Hay toda una esperanza de mejorar una pastoral que el Padre Mateo Quijada, párroco, que pasa a otro lugar en la Colonia Escalón, el cantón El Carmen, no podía desarrollar en toda su sinceridad de la línea del Arzobispado por tener ciertos prejuicios contra la liberación de nuestro pueblo y tratar de conservar siempre ciertos privilegios, con los cuales no se puede vivir en este momento, en que nos pide el Evangelio su lógica radicalidad. El Padre Mateo no estuvo en este acto, pero el domingo pasado, como ya dije, estuvo en la ceremonia de confirmación que él había preparado como una despedida de su parroquia. Hubo también unas pedradas contra la Iglesia en el momento de la ceremonia, sin duda gente descontenta de una pastoral que quiere ser más fiel a las exigencias del Evangelio.