“dar las gracias” es mucho más que una expresión formal.
Es una expresión de agradecimiento detrás de la cual hay una actitud que nace del aprecio a lo que alguien ha hecho por nosotros, más que por el bien (o beneficio) recibido. La gratitud es un sentimiento agradable, a la vez que tierno, de calor, de simpatía y de deuda hacia otra persona porque nos ha tratado con una amabilidad o con una generosidad inesperada. Es apreciar como un bien lo que se nos ha otorgado y, además, tener el propósito de corresponder con alguna acción.
La persona agradecida busca corresponder con atenciones, no pensando en «pagar» por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de afecto o cuidado que se tuvo con ella. Dar las gracias y tener pequeños detalles de atención son muestras de que sabemos reconocer en los demás aquello que nos dan sin estar obligados a ello.
Se puede enseñar a dar las gracias pero la Gratitud verdadera no se puede forzar nunca, sería como intentar, con todas nuestras fuerzas, quedarnos dormidos o enamorados.
Debemos practicar el agradecimiento y no está mal terminar el día repasando en nuestro interior todo lo bueno que durante el día hemos recibido de los demás. Especialmente, merece la pena repasar lo que hemos recibido de las personas que conviven con nosotros: padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes… a quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño por «todo» lo que nos han dado… El motivo de nuestro agradecimiento se debe al «desinterés» que tuvieron a pesar del cansancio y la rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado.