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Autor Tema: LA EFIGIE  (Leído 14 veces)

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LA EFIGIE
« on: 02 de Febrero de 2024, 09:46:45 am »
Nombre: La efigie en el cementerio
Autor: Joan M. Arias (KING)
Colección: Ultimos 3 relatos del 2023
La noche transcurría con una extraña pesadez en las ruinas del antiguo cementerio Kestler. Sus lúgubres tumbas contaban historias de una cadena de infortunios que nadie comprendía; Las flores marchitas enfrente de las lápidas reflejaban el olvido de sus dolientes, o quizás, el asunto era aún más arcano de lo que aparentaba ser. Un sepulcro destacaba, de entre tantos, no por su privilegiada ubicación en el lugar más elevado del camposanto, sino, por el misterio que envolvía su repentina aparición en esta necrópolis pueblerina; pero, la anterior afirmación no hacía referencia a la tumba del señor Martín, porque su mausoleo tenía más de tres días en aquel lugar, sino, a la estatua demoniaca que yacía sobre ella, señalando hacia el Este del panteón. Una escultura con alas membranosas parecidas a las de un murciélago, con pequeñas deformaciones que, sin temor a equivocarme, no eran propias de este mundo. Su rostro revelaba un misterio aún más fascinante y perturbador, elíptico y deforme, desprovisto de orejas y nariz; con una boca enorme llena de colmillos que se amontonaban unos sobre otros, formando una grotesca y siniestra sonrisa. Pero lo más desconcertante de aquella figura echa de piedra fueron sus tres ojos en perfecto centro, verticalmente alineados, de iris alargados y horizontales que sobresalían de unos parpados cubiertos de escamas. Se sentían misteriosamente vivos, y al mirarlos el viento recitaba oscuros susurros que profetizaban la llegada de malos presagios.
Una corona de espinas adornaba su cabeza, de ella colgaban dos collares hechos con diminutos cráneos humanoides que delimitaban la columna de ojos. Sus manos, si es que podrían llamarse de tal forma, poseían tres dedos mayores y uno pulgar, con uñas curvadas y puntiagudas semejantes a las de un ave rapaz, eran terriblemente amenazantes y aterradoras. Una de ellas, se apoyaba en la tapa de la sepultura como si intentase negarle la salida al difunto; la otra, señalaba hacia un árbol muerto de pino, cuyas ramas alargadas y deformes poseían una morfología digna de las entidades provenientes del averno.
Si bien, los relatos sobre cómo surgió la horrenda efigie sobre el sarcófago son bastos y alucinantes, hubo uno que llamó mi atención por lo terriblemente familiar que me parecía. Lo escuché en los primeros días de mi llegada al pueblo de Kestler; en unas de esas noches en las que investigaba la extraña muerte del escritor Martín Gates, al que meses atrás los moradores comenzaron a llamarle: “El escritor maldito”. La narración la contaba el sepulturero y cuidador del cementerio, Miguel. Un señor de cincuenta y tres años de edad, y de unos veintitantos de profesión sepulcral; de pelo largo y desaliñado, al igual que su abundante barba, con ojeras prominentes que evidenciaban sus largas noches de desvelos y asechanzas, pero con una firmeza en su discurso muy singular y extraña, como si sus palabras estuvieran llenas de una verdad inequívoca que rozaba con timidez las puertas de la locura. Acerqué mi silla hacia donde estaba el enterrador en compañía de dos hombres desconocidos, en el rincón más oscuro del bar de Simone. Su voz murmuraba, aunque de manera simplista, lo siguiente:
 —El tercer día, después de la muerte del escritor maldito, el viejo árbol de pino empezó a crujir como si sus raíces intentaran levantarlo de la tierra. Yo dormía tranquilo en la vieja caseta del cementerio, sentí un escalofrío en todo el cuerpo como nunca antes lo había sentido. La brisa removió las cortinas de la angosta habitación. La luz de la luna me iluminó el rostro despertándome con sutileza. Una canción de otro mundo se escuchó con suma claridad en mi cabeza, y me hizo levantar del camastro obnubilado y sin fuerzas. Miré por la ventana estrujando mis ojos, y vi las ramas secas del árbol de pino moverse como si fueran brazos lánguidos y detestables, envueltos en un aura siniestra. Se alargaban atraídos por algo insospechado para mí, hacia la tumba del escritor; Una luz cegadora apareció en el cielo arrastrando una estela meteórica. Una bola de fuego que descendía a una velocidad abrumadora en dirección al cementerio. Mis manos sujetaron el marco de la angosta ventana con intenciones de saltar por ella y huir. La centella implosionó repentinamente, convirtiéndose en una galaxia de cenizas brillantes que flotaban con una extraña armonía. Las diminutas estrellas se reunieron sobre la tumba y formaron una silueta alada de la cual emergió una grotesca criatura, con tres ojos enormes de los cuales brotaba un humo azulado y misterioso. El mismo color que poseía la gigantesca hacha que sostenían sus manos. Realizó un violento movimiento con ella, y de un tajo cortó todas las ramas que estaban abriendo el sepulcro; quemándolas en sus llamas azules hasta convertirlas en cenizas. Se escuchó un rugido ensordecedor desde lo más profundo del árbol, idéntico al que hacen los espíritus vengativos en el Ares. Una luz roja, proveniente del interior del tronco, comenzó a latir como si fuera una especie corazón. El sonido aumentaba estrepitosamente, lastimando mis oídos, haciendo brotar nuevas ramas envueltas en un nauseabundo líquido de color verde. Voces, muchas voces en una, hablando en una lengua nunca antes conocida. El caído respondió en el mismo lenguaje que el árbol maldito. Parecían entenderse con claridad como si ambos pertenecieran a una misma región de un universo al que ni la imaginación de Lovecraft pudiese alcanzar a describir. Las ramas se multiplicaron, agitándose con frenesí, tomando formas alargadas y puntiagudas que se alzaron hacia la menguante luna, listas para empalar centeneras de cabezas, y ofrecerlas como ofrenda a alguna deidad remota y nunca antes vista. El árbol atacó ferozmente a la criatura de tres ojos, arrebatándole su hacha y la lanzándola hacia la espesa arboleda ubicada detrás del cementerio. El ser alado intentaba resistirse a los ataques, pero eran demasiados para él. Las ramas lo sujetaron por las extremidades intentando inmovilizarlo; la criatura se negaba misteriosamente a que profanaran la tumba del escritor recibiendo varias estocadas en sus costados. El tronco del árbol se abrió como si fuera una boca y de él salieron tentáculos grotescos y oscuros que danzaban ondulantes hacia el féretro. La criatura gritó, en su lenguaje extraño, articulaciones de una cadencia arrítmica, como si recitara una especie de invocación o conjuro. Una aurora celestial apareció sobre él y su luz lo inmaculó. El árbol volvió a rugir, y las lanzas azotaron al horrible ser que, poco a poco, se convertía en piedra, al igual que las ramas que lo tocaban. Así quedó, erguido, petrificado, y con una sonrisa siniestra, sobre la tumba de Martín Gates, señalando a ese maldito árbol como si se estuviera burlando de él.
Los acompañantes de Miguel no creyeron la fascinante historia que les había contado; atribuyeron la narración a su inusual dependencia del alcohol y a sus incontables horas de servicio sepulcral. Rieron estúpidamente hasta marcharse y dejarlo solo con sus lamentaciones, pero yo creí cada una de sus palabras.
Anteriormente, había mencionado que me resultaba familiar la versión del enterrador. De los cinco libros escritos por Gates había leído dos. Uno llamado El vals de las almas, y el otro, llamado Invnes (Segunda parte), en el cual se basa mi siguiente argumento.
Invnes era la continuación de una especie de listado de rituales, aparentemente prohibidos, que servían para abrir pasajes hacia dimensiones desconocidas. En él, había un dibujo hecho a mano de un ser alada con tres ojos y portador del hacha de fuego. A su lado, un hombre postrado ofreciendo una piedra brillante en tributo. Un ritual que simbolizaba una especie de pacto entre la entidad y el hombre. Los mismos ojos que vi en la esfinge en el cementerio. Los mismos ojos que describía Miguel, el sepulturero.


Luis Vélez
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Conectado » Mr. Charles «

Re:LA EFIGIE
« Respuesta #1 on: 12 de Febrero de 2024, 09:23:43 am »
 
 Mis saludos para todos
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Conectado *Rossy*

Re:LA EFIGIE
« Respuesta #5 on: 28 de Febrero de 2024, 11:10:25 am »
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Desconectado Boxinggirl

Re:LA EFIGIE
« Respuesta #6 on: 03 de Marzo de 2024, 01:10:50 am »
Saludos Rossy. Gracias por tu apoyo al tema.


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