Autor Tema: Idea exacta de la Palestina ó Tierra Santa (Leído 84 veces)

💠🎋Lanina🎋💠 · « **on:** 30 de Diciembre de 2023, 12:06:27 am »

CANTO PRIMERO
Juan José Bernal, escritor y poeta santaneco.
La tierra de la fértil Palestina,
Que Cristo holló con su divina planta.

Idea exacta de la Palestina ó Tierra Santa.
La Palestina es una provincia de la Asia, así nombrada
de los palestinos ó filistinos, cuya palabra, según los in-
térpretes, significa extranjeros, los cuales eran unos pue-
blos poderosos, oriundos del Egipto, que ocupaban la ex-
tensión del país á lo largo del Mediterráneo, desde Ga-
za, por la parte del Mediodía, hasta Lydda por la del
Septentrión. Antiguamente era conocida con el nombre
de Canaan, cuarto hijo de Cam, y padre de Ulla nume-
rosa posteridad. En seguida fué llamada Tierra Prome-
tida, por haberla prometido Dios á los Patriarcas Abra-
ham, Isaac y J acob. Después Tierra de Israel, y últi-
mamente Judea. Este nombre se le dió al regreso de
la cautividad de Babilonia, porque entónces la tribu de
Judá era la única que formaba cuerpo, á la que se agre-
garon los restos de las otras, cuyos territorios ocupaban
casi en su totalidad los samaritanos idumeos y filisteos.

Después de la venida de Jesucristo, es más comunmen-
te conocida con el nombre de Tierra Santa, por las ine-
fables maravillas que Dios ha obrado en ella; por haber
sido concebido allí el Hijo de Dios; por haber allí naci-
do, vivido, muerto y resucitado; por haber regado aque-
lla tierra con su sudor y sangre, y porque la señaló so-
bre todo el resto del universo, si así puede· decirse, con
el sello de los prodigios de su infinita caridad.
Antes de la llegada de los hebreos, era gobernada es-
ta comarca por reyes cananeos, ejerciendo un imperio
absoluto sobre las diferentes ciudades, Cuando Josué
la conquistó, imperó en ella en realidad de lugarteniente
del Señor: los Ancianos sucedieron a Josué, cuya autori-
dad ejercieron por espacio de quince años. Después de
ellos, los israelitas cayeron en una especie de anarquía
que duró de unos siete u ocho años, comenzando en se-
guida el gobierno de los Jueces, por trescientos diez y
siete años consecutivos, después de los cuales, vino el go-
bierno de los Reyes, principiando por Saúl, hasta el cau-
tiverio de Babilonia, que es un período de tiempo que
encierra quinientos años.
Al regreso de la cautividad, la Judea fué sometida á
los reyes de Persia, luego á Alejandro el Grande, á los
reyes de Siria y del Egipto, y á sus sucesores.
Después que los Macabeos hubieron defendido su reli-
gión con la punta de sus lanzas, y restablecido el estado
de su nación, se mantuvieron ciento y treinta años posee-
dores pacíficos de su poder supremo, que volvieron á per-
der bajo el reinado de Herodes el Grande. Cuando este
Príncipe murió, los romanos, se hicieron dueños absolutos
de la Judea, quedando este antiguo reino enteramente'
destruído.
La Sagrada Escritura nada deja que desear de la
idea que da de este país, Por su descripción nos lo pre-
senta el más hermoso y fértil de cuantos haya habido en
el mundo; sin embargo, en el día, generalmente está in
culto y estéril: descúbrense llanuras enteras, en que sólo
crecen algunas yerbas silvestres, en medio de montones
de piedras; montañas áridas, abrasadas por los ardores
del sol, en que la cabra apenas puede encontrar alimento.

La impiedad moderna se aprovecha de este estado ac-
tual para formar un argumento contra la veracidad de
nuestros Libros Santos, é insultar atrevidamente el Espí-
ritu de verdad que les ha dictado. No le faltan ojos pa-
ra ver, ni entendimiento para discurrir sobre los efectos,
algunas veces terribles, con que castiga la justicia huma-
na. Tampoco necesita que se le explique cómo han po-
dido trasformarse en ruinas, espinos y zarzas, los sitios en
que antes se veían palacios y jardines de un detestable
criminal. Ella nos explicará, si lo juzga oportuno, el
crimen y el castigo; nos dirá la sentencia que ha conde-
nado al culpado, la mano que ha derribado estos sober-
bios edificios y sembrado la desolación en las campiñas,
y acaso ella misma, en los momentos de creerse árbitra,
atribuirá sus furores el nombre y el carácter de justi-
cia que llevó hasta allí la desolación y amontonó tantas
ruinas. Pero al tratarse de la justicia divina, es entera-
mente ciega, al paso que nada entiende: la cruz para
ella es un objeto de irrisión; el nombre augusto, ante el
cual toda criatura dobla la rodilla, provoca sus despre-
cios. Preocupados por esta ceguera voluntaria, ¿cómo
es posible que comprendan que una tierra maldita, que
la patria de una nación réproba y criminal no puede ofre-
cer actualmente el delicioso espectáculo del ameno jar-
dín de leche y miel, de que el Padre de familias hizo dón
á sus entonces hijos queridos, por su inculpabilidad. Sin
embargo, vengan conmigo á este país con una pequeña
parte de amor á la verdad, de que se precian aun las
gentes que se desdeñan de ser cristianas, y me atrevo á
decir que se verán forzadas á violentarse para descono-
cer el anatema lanzado contra su territorio, en que se-
cometió el más execrable crimen, capaz de aturdir el uni-
verso; contra un país en que á grandes gritos se pidió y
derramó sacrílegamente la sangre del Hijo de Dios; ve-
rán rn todas partes yestigios patentes de la Justicia eter-
na, que á un tiempo atestiguan el suplicio de la Víctima
augusta y la venganza que le siguió.

Puede que otros traten de explicar humanamente, co-
mo ha pasado al estado de esterilidad este país, antes
tan fértil, y que ahora ofrece un aspecto triste y deso-
lador. No se me ocultan los medios de que se val-
drían los detractores de las santas Escrituras: porque
¿cómo es posible que se admiren de este cambio los que
tienen algún conocimiento de la historia? ¿ Cuál es la
región del mundo en que haya hecho más estragos el
hierro y el fuego, ¿Cuál la comarca sobre la que se ha-
ya derramado más sangre y por consiguiente mayor car-
nisería? ¿ En qué parte del orbe ha hecho más estragos
la guerra, el hambre y la peste? .•.. ¿ Por ventura en el
momento en que se trazan estas líneas no está sufriendo
este azote? No es, pues, de admirar que arruinado es-
te país al paso de tantas calamidades, sea actualmente
erial y silvestre. Dcsaparecen los manantiales debajo
de las ruinas; las tierras que cubrían los montes, y que
se sostenían por el trabajo de una población inmensa,
han sido precipitadas á las llanuras; las colinas, planta-
das antes de moreras é higueras, no presentan actual-
mente más que rocas descarnadas y áridas; los parajes,
que por las sucesivas acumulaciones de tierra recibieron
un cierto grado de fertilidad, no dan más que algunas
hiniestas esparcidas, algún boj nacido en las hendiduras
de las rocas, etc.
Lo que más contribuye á hacer un desierto de la Pa-
lestina es el gobierno despótico en que gime, cuya divisa
es la destrutción. Es un hecho que la Puerta pone en
contínua subasta á este desgraciado país, que tiraniza el
Bajá que más ha dado. Entonces, dueño y árbitro de la
cabeza del árabe, como lo es de su camello, de su yegua
y de su tienda, marca el paso con toda especie de veja-
ciones. Pueblos enteros abandonan sus casuchas al des-
cubrir á los satélites, que vienen á arrancarles la contri-
bución, estimando en más estos pobres oprimidos morir
de miseria en las cuevas de las montañas, que espirar á
las palizas de los soldados que, furiosos al ver que se les
ha escapado la presa, vuelven su venganza, cortando el
olivo del desgraciado que no han podido alcanzar.

Pero medítese bien y se verá, que ni aún en esto se
encuentra nada de puramente humano. En este despo-
tismo, en esta tiranía, en esta avaricia, en esta vejación,
vemos el dedo de Dios; la ejecución de la sentencia de-
cretada por su inflexible justicia. El turco con sus crí-
menes, gue son sus frutos privativos, sin gue lo sepa, ¿por
ventura ejerce otro oficio en esto, gue el gue tiene el ver-
dugo en las sentencias de la justicia humana?

Por lo demás, debe notarse, que no son solos los Libres
santos los que elogian la primitiva fertilidad de la Pales-
tina. Si los hombres, que ordinariamente tributan á los
autores paganos una fe y respeto, que niegan á la Escri-
tura sagrada, se hubiesen tomado la pena de consultar
la antigüedad profana, hubieran encontrado testimonios,
en nada sospechosos, de la misma verdad. Hercates, que
vivía en tiempo del primer Tolomeo, presenta este país
como una tierra muy poblada y abundante en toda Clase
de frutos. La descripción que de ella hace Plinio, no es
nada favorable. Tácito, Amiano, Marcelino, con otros,
cuando se les ofrece hablar de ella, la recomiendan con
particular elogio. Parece que aun hoy día la Providen-
cia ha querido conservar en ésta región desolada señales
evidentes de lo que fuera, si no pasara sobre ella los
efectos de la maldición divina. En los sitios cultivados,
el trigo es hermoso, las uvas son enormes, las legumbres
excelentes, y tánto como pueda haberlas en otro país,
pudiendo decirse otro tanto de las demás producciones de
ese suelo.
(Viaje á Tierra Santa del P. María José de Geramb).

*- Erial: Terreno o campo sin cultivar ni labrar.
- Boj común, es un arbusto o pequeño árbol siempreverde.

Recuerdos de Tierra Santa