Autor Tema: Alfarería, una tradición de que se niega a morir (Leído 71 veces)

💠🎋Lanina🎋💠 · « **on:** 04 de Septiembre de 2023, 02:55:48 pm »

Alfarería, una tradición de que se niega a morir

Con sus manos mantienen viva la tradición. Artesanos del municipio de Quezaltepeque se niegan a dejar morir la técnica artesanal de la alfarería y desean que sea declarado un bien cultural.

Conocida como la "cuna de la alfarería" en El Salvador, el municipio de Quezaltepeque posee una larga tradición en este arte ancestral a base de barro rojo. Con los años, su práctica ha ido disminuyendo y ya son pocos los alfareros, en su mayoría de edad avanzada, que subsisten de ello.

Lograr la declaratoria como bien cultural, es algo muy importante para los artesanos quezaltecos, pues les preocupa que esta tradición de años se esté extinguiendo.

En la actualidad, estos artesanos buscan que la alfarería sea reconocida y declarada como bien cultural para obtener un mejor apoyo por parte de las instituciones públicas y hasta de organismos internacionales.

Algunos esfuerzos por parte de Casa de la Cultura de Quezaltepeque han logrado promover en la población la técnica de la alfarería a través de talleres para principiantes, que cuenta con el apoyo del Centro Nacional de Artes (CENAR).

Son pocos los talleres que aún sobreviven de este minucioso trabajo.

"Sabemos que con el tiempo la alfarería viene entrando en un estado de depresión porque los artesanos que aún quedan ya son adultos mayores. El problema es que si estas personas, por naturaleza, dejan de existir, prácticamente se acaba la alfarería. Ahí es donde nosotros tomamos referencia para impulsar talleres y de alguna manera rescatar este rubro", expresa Carlos Amílcar Torres, director de Casa de la cultura de Quezaltepeque

Para Torres, "si bien es cierto que la alfarería genera un recurso económico, también es una forma de cómo poder relajarse durante el proceso de elaboración de las piezas", por lo que la convocatoria es abierta a todo público, desde niños hasta adultos. "Probablemente algunos de los alumnos retome y siga con la tradición", asegura.

Fidel Ernesto Cartagena, de 66 años, es uno de los pocos alfareros quezaltecos que, aunque ya no vive de la alfarería, aún mantiene viva la tradición en el municipio.
Su casa, ubicada en Avenida Independencia, Barrio Nuevo, Quezaltepeque, fue el taller que heredó de su padre y que vio crecer a una familia de alfareros. Ahora lo conserva como un museo con piezas, fotografías e incluso un torno de modelado con el que hace demostraciones.

"Cerramos por cosas de la vida, por leyes también. Con la LEPINA (Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia) no dejaron que los cipotes (niños) trabajaran. Ahí se quitó la mano de obra", cuenta don Fidel, quien recuerda que el taller funcionaba desde los años 30 hasta el momento que tuvo que cerrarlo en 1996, cuando empleaba a más de 10 personas, entre torneros y operarios.

En esa época, llegó a capacitarse con la Organización de Estados Americanos (OEA) y la UNESCO, en temas como la sustitución de plomo por esmaltes.

Osmín Hernández es otro de los pocos alfareros que aún trabajan en taller. Se dedica a elaborar ollas de barro y otras piezas del hogar.

Hernández considera que, por ser un trabajo hecho de la tierra, hay mucha gente que no le da valor y ya no quiere trabajar en él, en especial la juventud. El alfarero considera que trabajar con lodo es algo que no a todo mundo le agrada.

Según el Ministerio de Cultura, existen solo siete talleres de alfarería en Quezaltepeque y en cada uno trabaja un tornero o alfarero, así como otros artesanos que tienen la calidad de operarios.

Aunque ya no vive directamente de la alfarería, don Fidel está enfocado en que no se pierda este arte para las nuevas generaciones.

Fidel Ernesto Cartagena es uno de los ultimos alfareros que quedan con vida en el municipio de Quezaltepeque

YO TAMBIÉN FUI ALFARERA