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Autor Tema: VIDAS  (Leído 6 veces)

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Desconectado Boxinggirl

VIDAS
« on: 16 de Julio de 2023, 02:14:37 am »
VIDAS MÁGICAS
Elsa y Manuel, al jubilarse, decidieron vender todo para comprar una casa en el campo. Siempre habían soñado con vivir lejos de la ciudad.
Anhelaban ser acariciados por la paz, escuchando el suave murmullo de silencio en el otoño de sus vidas.
Sus hijos, Mateo y Luciana no estuvieron de acuerdo y se los hicieron saber. Fue Manuel quien dijo.
—Ustedes ya son personas adultas, con hogares bien constituidos, tienen dos hijos cada uno, un buen pasar económico… A ver… ¿Para qué nos quieren cerca? Estaríamos enjaulados en un departamento, con poco que hacer y mucho por aburrirse. Fue nuestro sueño de toda la vida, vivir en el campo. Disfrutar de largas caminatas, ver las estrellas de noche, sorprendernos con la naturaleza, leer un libro al pie de la chimenea o hacer el amor escuchando las gotas de lluvia cuando golpean en el techo o vidrios.
—Basta, papá, no seas asqueroso. Eso no se hace a tu edad—Dijo su hijo.
—Cierto que los padres no pueden ni deben tener sexo…
Manuel sonrió y miró a Elsa que escondía la risa.
—Además, estamos a tres horas de distancia. Pueden venir cuando quieran. Queremos ver a nuestros nietos. Y a ustedes por supuesto—Dijo la madre.
Era diciembre cuando lograron mudarse. Festejaron las fiestas todos juntos en la nueva casa. La alegría y la música fueron las invitadas de honor.
La familia en pleno se quedó un mes con ellos. Fueron unas vacaciones inolvidables en el campo.
La tarde del treinta de enero, Mateo y Luciana con sus familias decidieron regresar.
—Prometeme que me vas a llamar ante cualquier necesidad—Dijo su hija en la puerta de la casa.
—Si, Lucianita, quedate tranquila y relájense que vamos a estar bien. Si llegamos a esta edad es porque sabemos cuidarnos, mi amor. 
—Papá, no hagas locuras que ya esta es tu ocurrencia más grande—Le dijo Mateo.
—Y de tu madre, hijo, de tu madre también. Y no prometo nada.
Se despidieron y partieron en los autos. Los niños tiraban besos desde el asiento trasero.
Cuando supieron que ya estaban lejos, subieron el volumen de la música al máximo, destaparon una botella de vino y bailaron desnudos en el living.
Cada día que pasaba era mejor que el anterior. Toda una vida en la ciudad los hacía disfrutar cada segundo en el campo.
Habían pasado diez años y se veían más jóvenes que cuando llegaron a la casa en aquel mes de diciembre.
Una noche, al terminar la cena, Manuel tuvo un misterioso comentario.
—Elsa, tenés que prometerme que, si me llega a pasar algo, no quiero que derrames una sola lágrima por mí y que me entierres en el fondo, detrás del gallinero. Así escucho al gallo cantar al amanecer. Además, si llorás, vendré a hacerte esas cosquillas que tanto odiás.
—Ay, callate estúpido. Vos te vas a morir primero que yo y si llego a saber que lloraste, voy a venir todas las noches… A violarte—Dijo tentada por la risa. Él solo sonrió.
Se acostaron a la medianoche, desnudos como lo hacían habitualmente, muy abrazados.
Fue ella la que escuchó un susurro en medio del sueño. Lo habían venido a buscar.
Cuando el gallo cantó, ella despertó, lo miró y le cerró los ojos.
Llamó a sus hijos para avisarles.
Luciana decidió quedarse con ella unos días.
Una mañana en la que Elsa lavaba ropa, su hija le preguntó.
—Mamá… No te vi llorar nunca. ¿Por qué?
—Se lo prometí a tu padre. Si llego a llorar me viene a hacer cosquillas en la panza y sabés que odio eso.
Se miraron y comenzaron a reír. Luego se abrazaron emocionadas.
Una tarde, tomando mate, Luciana le propuso regresar a la ciudad, a su casa.
—No hija, ni loca. No puedo dejarlo acá solo. Además, no quiere que me vaya. Esta casa era el sueño de los dos. Una noche nos prometimos morir acá. Dejame morir en el mismo lugar donde lo hizo él, así estamos juntos para siempre. 
Su rostro se oscureció, pero soportó la lágrima de forma estoica.
—El otro día me lo dijo. No quiere que me vaya. Que me va a acompañar y a cuidar.
—Ay mamá. Eso lo soñaste. Es muy lindo, pero fue un sueño.
—Estás equivocada. Yo estaba bañándome el otro día y sentí un beso en la espalda. Luego otro y otro más abajo. Eso me hacía él cada vez que nos bañábamos juntos. Después me estaba secando y sentí su mano sobre el toallón, que me ayudaba. Él está acá, lo veo, lo siento, lo percibo. No hija, no me quiero separar de él. Andate a tu casa tranquila que tu familia te debe estar necesitando.
Luciana la abrazó con todo el amor que puede tener una hija hacia su madre.
—Es verdad, mañana me voy. Me dijo Jorge que los chicos me extrañan. Y yo a ellos.
Esa noche, Elsa se acostó temprano. Luciana aprovechó para mirar una película.
De pronto escuchó voces y se acercó al cuarto de su madre. Apoyó su oreja en la puerta y escuchó la voz de su madre y de alguien más.
Abrió con vehemencia.
Elsa cubrió su desnudez mientras Luciana vio cómo volaba la cortina de la ventana. Le pareció ver a alguien que escapaba.
—¿Era papá? ¿Con quién hablabas mamá? No, no, no, esto no puede ser. Me pareció la voz de él y vi un culo saliendo por la ventana. Gordo. Como el de él.
—¿Y cómo sabés que era el de tu padre?
—Ay mamá. Papá siempre andaba en bolas por todas partes. Desde chicos que se lo conocemos con Mateo.
Elsa comenzó a reír con ganas. Luciana se contagió de su carcajada.
Se quedaron charlando hasta tarde.
Las dudas sobre la cordura de su madre pasaron a ser dudas sobre sus creencias.
Al día siguiente se levantaron tarde, comieron algo y Luciana regresó a su casa.
Elsa, se quedó mirando como se marchaba, abrazada por Mateo, desnudo.
—¿No tenés frío?
—No mi amor, el frío, el calor, las ganas de ir al baño es para los vivos. Lo que no se me pasa son las ganas de hacerte el amor—Dijo lanzando una fuerte carcajada.
Pasaron los meses y Elsa estaba cada vez mejor. Lo notaban sus hijos que hablaban con ella a diario.
Al llegar diciembre, la euforia ganaba los corazones de toda la familia. A todos les gustaba festejar el Año nuevo en la casa.
Sus yernos y sus hijos se habían esmerado con la comida y los regalos. Los niños estaban más felices que nunca.
Fue cuando faltaban pocos segundos para que comience el nuevo año que dentro de la casa aparecieron surcando por el aire, palomas blancas, inmaculadas. Muchas. Nadie sabía cómo habían aparecido.
Elsa miraba con los ojos húmedos de la emoción a Manuel que estaba allí, esta vez vestido con un esmoquin, sacando aves de alguna galera imaginaria y cantando en francés un viejo tema de Mireille Mathieu.
“Sabes que te amo.
Que nuestros destinos son los mismos
Mantén mi mano en la tuya para siempre”
Los niños jugaban, saltaban, reían felices.
Mientras Luciana y Mateo observaban a su madre que miraba hacia la chimenea con los ojos más enamorados que nunca, recordaron una vieja frase de su padre.
—Hijos, la vida es magia y nosotros, seres mágicos. Creen sueños y háganlos realidad. Recuerden que somos el sueño de alguien más. Y cuando tengan dudas, solo miren a su alrededor, pero miren bien, con el alma en la mano. Nunca lo olviden…
Richard/2023
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Desconectado » Mr. Charles «

Re:VIDAS
« Respuesta #1 on: 31 de Julio de 2023, 10:06:18 am »
 
 Mis saludos para todos
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Desconectado Boxinggirl

Re:VIDAS
« Respuesta #2 on: 01 de Agosto de 2023, 12:44:40 am »
 
 Mis saludos para todos

Gracias Charles.
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