SOLEMNIDAD DE MARÍA
Solo una madre podría comenzar a comprender el gran misterio y
la belleza de la maternidad. Pero solo una madre pudo comenzar a
comprender la belleza insondable de ser la madre del Hijo de Dios.
Después del nacimiento de Jesús, los pastores se acercaron a adorar
a su Niño y contaron cómo se les apareció una multitud de huestes
celestiales, revelándoles que el Niño de María era el Mesías. Cuando
María escuchó esas palabras, las meditó, reflexionó sobre ellas y las
guardó en su corazón. Esta fue solo la primera vez que se nos habla
del corazón caviloso de María después del nacimiento de su Hijo, pero
podemos estar seguros de que ella lo caviló una y otra vez, adentrán-
dose cada vez más en el misterio de su maternidad del Hijo de Dios.
Nuestra Santísima Madre recibe el título único de "Madre de Dios"
ante todo para expresar nuestra fe en la divinidad de Jesús. Jesús
era a la vez humano y divino, pero en Él estas dos naturalezas estaban
perfectamente unidas. Por lo tanto, no se puede decir que María fue
sólo la madre de la humanidad de Jesús, fue la madre de la Persona.
Y esa única Persona era, al mismo tiempo, Dios y hombre.
Recuerde que una vez que Jesús comenzó Su ministerio público y
estaba enseñando, había una mujer entre la multitud que gritaba:
“Bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”.
Jesús la corrigió diciendo: “Más bien, bienaventurados los que oyen
la palabra de Dios y la guardan” (Lucas 11:27). Al leerlo por primera
vez, uno podría concluir que Jesús estaba minimizando el papel d
e Su propia madre, pero en realidad estaba haciendo lo contrario.
Jesús en realidad estaba destacando el aspecto más unificador de
Su relación con Su madre.
María no era Su madre sólo en un sentido biológico.
Ella no fue bendecida solo porque lo llevó en su vientre.
Más bien, su unión más profunda con su divino Hijo
provino de su unión espiritual con Su voluntad y la del
Padre Celestial. Ella dijo: “He aquí, yo soy la sierva del Señor.
Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Ella escuchó
la palabra de Dios y la observó perfectamente. Lo hizo en la
Anunciación, continuó haciéndolo mientras resucitaba
a su Hijo, y lo hizo de la manera más perfecta cuando estuvo
de pie ante la Cruz, ofreciendo a su Hijo agonizante al
Padre por la salvación del mundo. La maternidad de María
fue una que abarcó todo su ser. Fue uno que la unió a su
Hijo en formas que nunca comprenderemos completamente.
María es la Madre de Dios y, por tanto, es la madre de todos los
hijos de Dios, incluyéndoos a vosotros. Honra y ama a tu madre
celestial hoy y regocíjate al reflexionar sobre esta gloriosa reina
y santa madre. Mientras celebramos a este santo más grande en
la historia del mundo, reflexione sobre el ponderador. Reflexiona
sobre su amor por su Hijo. Medita en su obediencia a Su voluntad
divina. Meditarlo como su Salvador. Reflexiona sobre cada aspecto
humano y divino de su relación amorosa.
Santísima Madre de Dios,
fuiste bendecida más allá de todas las personas,
bendecida más allá de lo que jamás comprenderé.
Gracias por tu “Sí” a Dios en todas las cosas.
Gracias por tu amor puro y santo por tu Hijo, por
tu corazón de madre, por tu ponderación de madre
y por tu cuidado de madre por todos tus hijos.
Ruega por mí para que me parezca más a tu Hijo
para merecerte como mi madre y reina.
Madre de Dios, ruega por nosotros.
Jesús, en Ti confío.
Tema: SOLEMNIDAD DE MARÍA (Leído 93 veces)
