Sin embargo, el ego de Beloronfonte, fue creciendo poco a poco.
Su caballo, único en el mundo, y su invencibilidad en el campo
de batalla le convirtió en un ser orgulloso que incluso llegó a
compararse con un dios. Así que, si él era un dios pensó debía ser
inmortal como ellos. Y sin pensárselo dos veces, decidió ascender por
el cielo con su caballo Pegaso hasta llegar donde estaba el rey de los
dioses Zeus para solicitarle la inmortalidad. Cuando Zeus se enteró de
sus intenciones decidió castigar tanta osadía, así que envió un mosquito
para que picara Pegaso.El mosquito, muy obediente, le dio un buen
picotazo en la cola. Pegaso se asustó tanto que se desequilibró en el
vuelo y precipitó a Belorofonte al vacío. Beloronfonte cayó a la Tierra
desde muy alto, pero no se mató. Quedó malherido y nunca más pudo
volver a ser un buen guerrero.
Pegaso, sin darse cuenta de que Belorofonte se había caído, siguió
cabalgando hasta llegar donde Zeus se encontraba. El dios, al verle
lo encontró tan magnífico que decidió ofrecerle quedarse en el cielo
junto a él y llevar sus rayos las noches de tormenta. Así cada, noche
de otoño, podrás verle sobre el horizonte, muy cerca de la constelación
de la princesa Andrómeda.