Caperucita y el lobo.-
¿No sé si ustedes sienten lo mismo que yo? Esa necesidad de escaparse por un momento e internarse en la profundidad del bosque. El bosque; lleno de misterios y donde la imaginación nos lleva de la mano a encontrarnos frente a frente con la magia.
Fue precisamente a media tarde y en medio de la vegetación, que tropecé, caminando por una senda de aquel lugar encantado. Fue un golpe muy fuerte y al darme de bruces contra el follaje, me sentí aturdido y apenas escuchaba aquel murmullo sobre mis oídos. _ ¿Oiga hombre, se lastimó?- preguntó la vocecita que no sé de dónde provenía. Giré mi cabeza hacia un costado y vi al señor ciempiés que me saludaba sentado sobre una hoja de helechos.- - No creo. Respondí y me acomodé en el suelo para agradecer la atención.- luego me incorporé, tomé la hoja de helechos con sumo cuidado, la apoyé sobre mi rodilla y me senté a conversar con este personaje.
- ¿No vio la canasta? preguntó el animalito. – No vi nada.- respondí. ¿Pero de qué canasta me habla?-
- La que dejó Caperucita, cuando se fue a vivir a la ciudad.-
- ¡¿No me diga?!
- Sí, se fue. El bosque día a día se está despoblando, amigo. Primero se fue la bella durmiente; consiguió un contracto y está trabajando de modelo publicitaria, haciendo una promoción a una fábrica de colchones. Luego se fue Blanca Nieves, y aquí andan los enanitos, pobrecitos ellos, desorientados y a esta edad es probable que terminen en una casa de salud.
- ¿Y Caperucita, por qué se fue?-
- En realidad se fueron los dos, ella y el lobo. Fue ese sinvergüenza que la fue envolviendo con palabras y promesas falsas, que en el bosque no tenía futuro y que en la cuidad encontraría infinidad de formas de triunfar e inclusive codearse con la fama.- Yo siempre la veía cuando pasaba por aquí con la canasta para la casa de su abuelita. Sus papás trabajaban y la madre antes de irse muy temprano, le decía. – Escúchame hijita.- Mamita se va a trabajar. Te dejo el almuerzo en la heladera. Solo debes ponerlo en el micro hondas tres minutos y ya está. Luego te vas a la casa de tu abuelita, que yo a la tarde paso en el coche a buscarte. Dile a tu abuela que te lleve a la fuente encantada, así no pasas tanto tiempo en esa computadora.-
- Sí, mamá.- le digo; dame un beso y no regreses tarde-
Caperucita Roja se sentía sola, a pesar de que su madre la colmaba de regalos. Sé que iba a la casa de su abuelita, pero también sé, que iba el lobo, que extrañamente había logrado una cierta amistad con la veterana, que muchas veces tuve que mirar para otro lado pues esos juegos entre los dos a la hora de la siesta, llegaban a producir tal grado de pudor entre los animalitos que evitamos convivir en esa casa. Todos los animales del bosque sabíamos las formas de engaño usadas por el lobo. Él es diestro en el uso de la palabra y así como había conquistado a la abuela, la próxima sería la niña, a medida que pasaran los años. Ellos, los lobos, tienen la peculiaridad de ser pacientes y valerse de la astucia. Se tornan complacientes, y muchas veces permisivos con sus víctimas. Yo lo sé y traté de explicarle a la abuela, pero ella se enojó conmigo y me insultó de tal manera que llegó a decirme. – ¡No te metas en mi vida! Gusano asqueroso.-
- ¿Eso le dijo?
- Sí, eso y otro tantos improperios al sentirse ofendida y ver que yo le advertí que ella ya no era una colegiala para andar haciendo eso a la luz del día y en pleno bosque.-
- Pero usted también. ¡Cómo le va a decir esas cosas, si ella ya es mayor de edad!
- Sé que es mayor, pero la niña no; Cuántas veces la he visto complacerle los caprichos a la chiquilina para que la deje tranquila con su Wolf. Recuerdo cuando regresó de cobrar su jubilación, siempre acompañada por ese vividor del lobo, le trajo la novela de Harry Potter, siendo que su madre no se la quería comprar hasta que no le trajera buenos promedios en sus notas. Y luego, de esto no hace mucho, cuando mintiéndole a su madre, le dijo que se iba a quedar el fin de semana con su abuelita y se fue a el Pilsen Rock, en la ciudad de Durazno.-
- ¿No me diga? ¿Eso le hizo la chiquilina?
- Eso y otras cositas más que no vale la pena andar contando, porque me va a llevar más de una página.
- Siga hombre. No creo que se enojen por eso. Hojas es lo que sobra en un bosque-
- Entonces sigo con el relato.-
Resulta que Caperucita iba creciendo, los animalitos ya no la miraban con los mismos ojos inocentes y los enanos que se habían deprimidos tanto al marcharse Blanca Nieves, habían recobrado el vigor en la sangre y el lobo no tuvo más remedio que amenazarlos que se los comería crudos si seguían molestando a Caperucita.
- Mándense a mudar de aquí Enanos calentones. ¿A quién van a joder ustedes a su edad?
-La próxima vez que los vea rondando por estos lados, me los morfo a los siete juntos.
La cosa fue, que Caperucita y el lobo, cierto día desaparecieron del bosque. ¿Adónde fueron?; a la ciudad. A mí me contó un pajarito que los ha visto en un asentamiento, los dos enamorados, que se hicieron de un carro y que a la tardecita, con sus criaturas envueltas en trapos, salen a recorrer el centro, buscan en los contenedores algo para alimentarse, papeles, cartones, alguna lata, y vuelven al amanecer después de hurgar pacientemente. Regresan a una boca y canjean su miseria por un minuto de fantasía, añorando aquel bosque tan lejano, lleno de magia y en un ambiente encantador.-.
Ramón.-
Tema: CAPERUCITA Y EL LOBO. (Leído 15 veces)
