leyenda del colibri Guarani
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Flor, una hermosa india de grandes ojos negros, amaba
a un joven llamado Ágil. Éste pertenecía a una tribu enemiga
y por lo tanto sólo podían verse a escondidas.
Al atardecer, cuando el sol en el horizonte arde como una
inmensa ascua, los dos novios se reunían en un bosque,
junto a un arroyo cantarín y juguetón, que ponía su reflejo
plateado en la penumbra verde. Los dos jóvenes podían
verse sólo unos minutos pues de lo contrario podían despertar
sospechas.
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Dentro de la tribu de Flor, una amiga de ésta descubrió
el secreto de la joven y rápidamente se apresuró a comunicárselo
al jefe de la tribu. A partir de esto, Flor nunca más pudo ver
a Ágil.
La luna, que conocía la pena del indio enamorado, le dijo
en la noche: Ayer vi a Flor que lloraba amargamente pues
la quieren hacer casar con un indio de su tribu. Desesperada
pedía al dios Tupa, que hiciera cualquier cosa con tal
de librarla de aquella boda terrible.
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Entretanto Tupa oyó la suplica de Flor y decidió transformarla
en flor. Esto último me lo contó mi amigo el viento.
Dime luna, preguntó Ágil. ¿En qué clase de flor han convertido
a mi amada? ¡Ah, amigo, eso no lo sé yo ni lo sabe tampoco
el viento.
¡Tupa¡ ¡Tupa¡ gimió Ágil, yo sé que en los pétalos de la Flor
la reconoceré . Yo sé que le he de encontrar. ¡Ayúdame a buscarla
tú que todo lo puedes!
Y el cuerpo de Ágil, ante el asombro de la luna fue disminuyendo,
hasta quedar convertido en un pequeño y diminuto pájaro multicolor,
que salió volando apresuradamente.
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Era un colibrí, y desde entonces el novio triste, en esa bella
metamorfosis, pasa sus días buscando ávida y rápidamente entre
las flores una a una, a su amada, pero dicen los más viejos
de la tribu que no la ha encontrado.
......
Se dice que en los tiempos del Tahuantinsuyo, el Inca, hijo del Sol,
cuando quería comunicarse con Wiracocha (el hacedor del universo),
lo hacía mediante un pututo (caracola) para llamar al gran cóndor
(kuntur) para que lleve el mensaje a Dios. El cóndor era el único
animal al que se le permitía el acceso al cielo (hanan pacha) pues
era el mensajero del Inca, es decir, el que llevaba los encargos
y misivas reales y traía luego los consejos y respuestas
de los dioses. Así el Inca podía tener la sabiduría suficiente
de gobernar de la forma más justa y adecuada.
Cierto día, volando el colibrí (qenqe) todo suelto de huesos entre
las flores, se le ocurre una idea descabellada y utópica: quería ver
a Dios. Por más que quiso no pudo quitarse la obsesión de la cabeza.
Día y noche le martillaba la idea en la cabeza. Como todos sabemos,
el quebradizo colibrí jamás de los jamases puede llegar a las alturas
donde habita plácido el cóndor. Entonces, el colibrí maquina un ardid:
utilizaría como caballo de Troya al cóndor, lo cual era un sacrilegio.
Pero al astuto pajarito no le interesaba que pensarían los otros
animales de él, pues lo único que anhelaba era ver cumplidos sus deseos.
Así es como permanece en silencio planeando la subida.
Con un esfuerzo sobrepajaril, llega al nido del cóndor, donde éste
se hallaba espléndidamente dormido. El colibrí, ni tonto ni perezoso
se metió dentro del plumaje de las alas del cóndor, y ya allí espera a que
el cóndor acuda al llamado del Inca para realizar el viaje al cielo.
Efectivamente sucede.
Cuando el cóndor escuchó el hondo clamor del pututo, fue inmediatamente
a presentarse al Inca para cumplir con su tarea.
Entonces el Inca le confiesa sus dudas y cuestionamientos que debían ser
esclarecidos por Wiracocha. Con las preguntas a cuestas, el cóndor emprende
el vuelo hacia el hanan pacha, el cual se iba abriendo a medida que éste volaba
cada vez más alto. El colibrí, mientras tanto, no podía ver nada en absoluto
porque estaba aterrado y lívido, agarrándose con uñas y pico de las puntas
de las plumas del cóndor, para no caerse al vacío.
Ya en el interior del hanan pacha, el cóndor se para en una huaca sagrada
para disponerse a hablar con Wiracocha. Pero había un detalle: no le estaba
permitido al cóndor ver a Dios de frente, sino que debía voltearse mientras
hablaba con el Hacedor. En medio de todo este movimiento, el colibrí ya no
aguantó más y sale disparado más rápido que volando fuera del plumaje del cóndor.
Tenía que ver a Dios, pues para eso había corrido tantos riesgos, por las puras
no iba a haber venido hasta allá. El cóndor se da cuenta del atrevido animalejo
y lo comienza a perseguir para comérselo de la rabia por haberlo utilizado
para subir al cielo.
En su desesperación, el pobre colibrí volteaba para ver si el cóndor furioso
ya lo iba a alcanzar, cuando en una de esas, ve a Dios, cara a cara.
El impacto fue grandioso. El colibrí se iba poniendo dorado poco a poco,
transformándose en un colibrí de oro (Incode). Ante tal espectáculo, el cóndor
enmudeció y retrocedió, pues el picaflor había logrado lo que nunca
se le permitió a él.
compartido por pablo Amaringo