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Autor Tema: Homilías de San Romero 18 de junio_21 de junio de 1978  (Leído 3 veces)

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Homilías de San Romero 18 de junio_21 de junio de 1978
« on: 22 de Diciembre de 2022, 10:35:08 pm »
Homilías de San Romero 18 de junio_21 de junio de 1978



DOMINGO, 18 de junio
Celebramos la Santa Misa en el Pensionato junto con un sacerdote de
la India y después del desayuno, fuimos a concertar algunos puntos de las
entrevistas en Roma con el padre Procurador de los Jesuitas. Una conver-
sación muy interesante, profundizo puntos de teología, de pastoral, de di-
plomacia, de relaciones entre la Santa Sede y de las Iglesias particulares.
Ha sido una verdadera cátedra de la práctica pastoral que nos ha interesa-
do mucho y nos orientó bastante para emprende la visita ad limina, y
sobre todo el informe específico de nuestra diócesis ante la Santa Sede y
sus modos tradicionales de proceder.
Salíamos al tiempo en que en la Plaza de San Pedro, se reunía la in-
mensa muchedumbre que todos los domingos, al mediodía, espera la salida
del Papa a su balcón, para rezar con él el Angelus. El Santo Padre dirige
antes unas palabras que hoy fueron dedicadas al sentido cristiano de la
vida. Que en medio de todas las tribulaciones actuales, el cristiano debe de
tener mucha fe, mucha fortaleza, mucho optimismo, confiando plenamente
en que Dios cuida la vida de los hombres y la marcha de la historia.
Al Papa lo vimos anoche también por televisión, en un concierto mag-
nífico que le obsequiaron en la sala de las audiencias, donde habían mu-
chos Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos, fieles. El Papa se muestra
muy lúcido en su pensamiento y también suficientemente ágil en su vida
física, a pesar de los 81 años de edad. Nos da mucha confianza de encon-
trar en Roma un pastor de la Iglesia con tanta experiencia, con tanta sabi-
duría y, sobre todo, con tanto amor a Dios y a la Humanidad.
Por la tarde, visita a la tumba de San Pablo, en su Iglesia Extra Muros,
era la hora de las vísperas, estaba la basílica plenamente iluminada. Se oía
el órgano llenando el ambiente y el coro de los monjes, que cantan en
gregoriano. De rodillas junto a la tumba del apóstol de los gentiles, del
gran San Pablo, en aquel ambiente de oración, casi de cielo, he sentido
revivir en mi memoria, en mi corazón, en mi amor, todas aquellas emocio-
nes de mis tiempos de estudiante, y ya de sacerdote, mis visitas a Roma,
siempre han sido mis oraciones ante estas tumbas de los apóstoles, inspi-
ración y fortaleza, sobre todo, esta tarde en que siento que mi visita no es
una simple visita de piedad privada, sino que en el cumplimiento de la
visita ad limina traigo conmigo todos los intereses, preocupaciones, proble-
mas, esperanzas, proyectos, angustias, de todos mis sacerdotes, comunida-
des religiosas, parroquias, comunidades de base, es decir, de toda una
Arquidiócesis que viene conmigo, a postrarse como ayer, ante la tumba de
San Pedro, hoy, ante la tumba de San Pablo.

LUNES, 19 de junio
El trabajo principal hoy, ha sido la concertación de entrevistas o au-
diencias, con la Sagrada Congregación para Obispos, que nos señaló maña-
na marte por la mañana; con la Secretaría de Estado, donde entregamos
documentación y quedó de indicarnos cuando nos recibirían; con la oficina
de audiencias, para ver si era posible una audiencia privada, pero el tiem-
po de preparativos para fiestas en honor del Santo Padre y también sus
dificultades de salud, han reducido mucho las audiencias privadas, aunque
nos dieron esperanza de tener una audiencia muy especial, después de la
audiencia general del próximo miércoles.
En La Sagrada Congregación para los Obispos se nos indicó que con-
versáramos con Monseñor Miguel Buro, con quien largo rato departimos,
pero hemos notado en su mentalidad una serie de conceptos y prejuicios,
que nos han dejado muy poca esperanza para comprender la pastoral que
está llevando nuestra Arquidiócesis. Sin embargo, la plática ha sido muy
útil para decir, los breves momentos que nos dejó hablar, ya que casi sólo
él hablaba, nuestros puntos de vista.
Por la tarde y por la noche disfrutamos sin compromisos ni trabajos
oficiales este precioso ambiente de Roma, que en junio comienza a ponerse
un poco cálido. Se parece bastante a nuestro clima salvadoreño. Durante la
noche también el Padre Juan Bosco Estrada, un jesuita mexicano, nos ha
visitado y nos ha convidado a pasear después de cena por la Plaza de San
Pedro , desde donde contemplábamos la ventanita famosa donde estudia el
Santo Padre y donde reza por toda la humanidad.

MARTES, 20 de junio
La entrevista principal ha sido con el señor Cardenal Sebastián Baggio,
prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos. Acerca de esta en-
trevista, que para mí ha sido de mucha importancia, he escrito una descrip-
ción, según la he podido recordar, para dejar por escrito la constancia de
mis repuestas a las observaciones que hizo el Cardenal a mi trabajo Pasto-
ral. Creo que he logrado desvirtuar muchas informaciones que no son exac-
tas y qqe, más bien, proceden de intereses contrarios a los que trato de
defender en la línea y predicación pastoral de la Arquidiócesis. Recomien-
do que se lea el acta confidencial de esta entrevista con el Señor Cardenal.
Por la tarde recibimos aviso de que el Santo Padre nos recibiría des-
pués de la audiencia general, en una audiencia especial, a Mons. Rivera y
a mí. Por la noche, nos invitaron a cenar las religiosas Oblatas al Divino
Amor. El ambiente fue muy cordial y hubo buenos recuerdos del trabajo de
esta congregación en San Salvador, en el Colegio de la Sagrada Familia, y
en la Arquidiócesis en el campo directo pastoral en la población de Citalá,
Chala tenango.
También este día tuve oportunidad de saludar personalmente a un
gran amigo de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, Mon-
señor de Nicoló, que se encarga de los seminarios de América Latina. Le
entregué la correspondencia en la que está mi respuesta a las falsas infor-
maciones que la Congregación ha recibido, acerca de las relaciones de la
Arquidiócesis con el Seminario Intérdiocesano San José de la Montaña.
Monseñor de Nicoló me mostró su amistad, muy sacerdotal e íntima, ha-
ciéndome algunas advertencias confidenciales, y me aconsejó ser muy fran-
co en el diálogo con el señor Cardenal, que tendríamos al día siguiente.

MIÉRCOLES, 21 de junio
La audiencia general y la audiencia especial con el Santo Padre ha
llenado esta mañana inolvidable. Es 21 de junio y lo principal que se re-
cuerda en la audiencia general es que hoy se cumplen 15 años de aquel 21
de junio en que fue elegido el Cardenal Juan Bautista Montini para suceder
a San Pedro, con el nombre de Pablo VI. Esta circunstancia arrancó inmen-
sa alegría al inmenso auditorio de todas las lenguas, que a través de sus
intérpretes manifestaron su cariño, su oración, su adhesión, al sucesor de
San Pedro. El Papa, respondiendo a esta explosión de amor, dijo que la
elección que se conmemoraba significaba para él una entrega absoluta al
Pueblo de Dios. Y en nombre de esa entrega su mensaje se inspiraba en un
oficio que ha sido el propio de los pontífices a través de la historia, hacer
visible la belleza de la Iglesia a pesar de los rasgos humanos y de las
deficiencias personales de los pontífices. El se refirió de manera especial
a esa gran misión de la Iglesia, en medio de la humanidad, de sembrar
unidad, paz, felicidad en Cristo. Exhortó a los asistentes a ser cristianos
muy fieles a la Iglesia y a vivir con toda fidelidad las enseñanzas del
Concilio Vaticano II, que son un verdadero don del Espíritu Santo para
nuestro tiempo.
Al final de la audiencia, el Santo Padre nos llamó a los Obispos pre-
sentes, éramos unos ocho, para que con él impartiéramos la bendición a la
muchedumbre. Después nos condujeron a una salita privada donde espera-
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mos el momento emocionante de platicar más íntimamente con Su Santidad
Pablo VI.
Cuando llegó nuestro turno, entramos a la salita donde estaba el Papa,
al que saludamos con la emoción que dan estos momentos. El Papa nos
hizo sentar a un lado y otro de él y dirigiéndose a mí en particular, me
estrechó la mano derecha y me la retuvo entre sus dos manos largo rato,
yo también estreché con mis dos manos las manos del Papa. Hubiera que-
rido para ese momento una fotografía que expresara esa íntima comunión
de un Obispo con el centro de la unidad católica. Y teniéndome así las
manos, me habló largamente. Me sería difícil repetir al pie de la letra su
largo mensaje, porque además de no ser esquemático, sino más bien cor-
dial, amplio, generoso, la emoción del momento no es para recordar pala-
bra por palabra; pero las ideas dominantes de esas palabras fueron estas:
"Comprendo su difícil trabajo. Es un trabajo que puede ser no comprendi-
do, necesita tener mucha paciencia y mucha fortaleza. Ya sé que no todos
piensan como usted, es difícil en las circunstancias de su país tener esa
unanimidad de pensamiento, sin embargo, proceda con ánimo, con pacien-
cia, con fuerza, con esperanza". Me prometió que rezaría mucho por mí y
por mi Diócesis. Y que hiciera todo esfuerzo por la unidad. Que si en algo
podía él personalmente servir, que con gusto lo haría.
Se refirió luego al pueblo. Dijo que lo conocía desde que había traba-
jado en la Secretaría de Estado hace como 50 años y es un pueblo generoso,
trabajador y que hoy sufre mucho y busca sus reivindicaciones. Me dijo
que había que ayudarlo, trabajar por él, pero jamás con odio, fomentando
las violencias, sino a base de un gran amor. De hacerle sentir el valor de
su sufrimiento, de predicar la paz y de hacer que ese pueblo conozca como
lo quiere el Papa y como el Papa reza y trabaja por él. Habló también de
dificultades que solamente se pueden superar con el amor. Dificultades con
las fuerzas dominantes, dificultades con colaboradores, que no todos com-
prenden el esfuerzo que se hace. Yo le repetí que era precisamente la manera
como yo tr¡l.taba de predicar, anunciando el amor, llamando a la conver-
sión. Le dije que muchas veces habíamos repetido su mensaje del día de la
paz: "NO A LA VIOLENCIA, SI A LA PAZ". Le expresé mi adhesión inque-
brantable al magisterio de la Iglesia. Y que en mis denuncias a la situación
violenta del país, siempre llamaba a la conversión y me mostraba compa-
sivo con los que sufrían, con las familias de las víctimas, y al mismo tiem-
po que hacía la denuncia del pecado, llamaba a conversión a los pecadores.
El Papa repitió que oraría mucho por nosotros, y que le dijéramos qué
podía hacer él para ayudarnos. Después se dirigió a Mons. Rivera, también
con palabras de aliento. Y por último nos dijo: "Vamos a tomar una foto-
grafía". Y entró el fotógrafo para darnos este gusto del Santo Padre,que era
nuestro gran deseo, tener unos testigos en imágenes de aquel momento
inolvidable.

Siento no haber recordado más las palabras, pero sustancialmente fue-
ron las que he mencionado. A mí me dejó la satisfacción de una confirma-
ción en mi fe, en mi servicio, en mi alegría de trabajar y de sufrir con
Cristo, por la Iglesia y por nuestro pueblo. Creo que este solo momento
bastaría para pagar todo esfuerzo de venir a Roma: Reconfortarse en la
comunión con el Papa, iluminarse con sus orientaciones. Naturalmente, el
Papa mismo lo indicó, tendrán que tratar con la Sagrada Congregación,
especialmente, nos mencionó la Secretaría de Estado, Monseñor Casaroli
que será el que dialogará conmigo, cuando me señale la audiencia de la
Secretaría de Estado. Porque el Papa en su breve mensaje, sentía yo, que
estaba muy informado de la situación y quería que dialogáramos más a
fondo los problemas concretos con sus Secretarías diferentes. Pero la pala-
bra de él que es la básica en esta comunión, es una palabra de esperanza,
de aliento y, como he dicho, me ha confirmado en mi voluntad de servir
con amor a nuestro pueblo desde la Iglesia de Jesucristo.
En esta audiencia entregué al Santo Padre el retrato del Padre Navarro
que le enviaba su hermano Napoleón, lo mismo que objetos de los talleres
de "La Semilla de Dios" de La Palma, en Chalatenango, y cartas de algunas
comunidades; lo mismo que un obsequio que de San Miguel le enviaba
Francisco González. Yo dejé bajo sobre reservado un memorándum.

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