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Autor Tema: UNA HISTORIA MÁS  (Leído 11 veces)

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Desconectado Boxinggirl

UNA HISTORIA MÁS
« on: 21 de Octubre de 2022, 10:36:16 pm »
UNA HISTORIA MÁS
Aquella tarde fría de invierno, la nostalgia y la melancolía se tomaron de las manos y se abrieron camino por las calles mojadas, vacías, frías y grises para llegar al alma de todos.
Los perros se escondían donde podían, las aves se acurrucaban debajo de los aleros y miraban como las gotas de lluvia caían sobre el césped. Los árboles, estoicos, le presentaban batalla al viento y brindaban algo de refugio a los desprevenidos y desahuciados.
Catalina, envuelta en una frazada, estaba sentada en el sillón de la galería de su casa, escuchando el sonido de la lluvia, oliendo su perfume y mirando los recuerdos escondidos detrás del viento.
A sus sesenta y tantos años, y luego de un divorcio por demás traumático y violento, se juró a si misma terminar sus días en soledad. Solo compartiría el inexorable tiempo con sus hijos y alguna amiga. Viajes tal vez, sola.
No añoraba nada de lo vivido con su ex esposo. De hecho, lamentaba los treinta años de su vida con él. 
Cuando el frío traspasó el abrigo de Catalina, entró a la casa.
Allí, con la chimenea encendida, el calor de su cuerpo, regresó de inmediato.
Fue hasta la cocina y se preparó un café.
Cuando las sombras dejaron caer su velo sobre los muebles, pasillos y cuartos, encendió la lámpara antigua y se sentó en el sillón frente a la ventana para escuchar música.
Allí se quedó, recordando.
Entre tantos, recordó a Luis, su primer novio.
Una lágrima se deslizó por su rostro y se deshizo en su pecho.
—¡Qué diferente era todo! El amor a los diecisiete años era eso: amor.
Era besarse, hacer el amor a escondidas siempre y muchas veces, conversar, bailar, correr, caminar, reír, gozar de plácidos e infinitos orgasmos.
Pero el tiempo pasa y la juventud llega. Allí comienzan los malos humores, las preocupaciones, el sexo sabatino, los trabajos y los buenos amigos que se van, para que lleguen tan solo conocidos.
Y cuando somos adultos, aparecen los intereses, las infidelidades, los viajes por tradición, las tediosas reuniones familiares, las luchas por la razón.
Y llega la adultez, cansados, irritados, descreídos, aburridos, con el corazón hecho un témpano… Y divorciados. Y nos prometemos que nunca más ansiaremos la convivencia. La soledad es una buena compañera… Creo—
Inmersa en este debate, recordó una carta que había escrito Luis cuando dejaron de verse.
—¿Dónde estará?... ahh, ya sé.
Se levantó con prisa y corrió hasta el dormitorio. Allí en el placar tenía una caja. La sacó, le quitó la tierra y la abrió.
El corazón le latió con la furia de mil caballos al ver tantos recuerdos. De su padre, de su madre, de sus hermanos, de sus hijos cuando eran niños pequeños. La foto de ella, cuando era una niña, sentada en el regazo de su abuela, la quebró.
Las lágrimas corrieron como el agua en un río desbordado.
Siguió buscando y la encontró.
Era una hoja amarilla dentro de un sobre aún más amarillo.
Comenzó a leerla.
“                                                         Diecinueve de julio de 1977
Querida Catalina:
Hubiese querido no escribir nunca esta carta, porque sé que es el adiós.
Ya nunca más sabremos el uno del otro.
Nunca más te besaré, abrazaré, te haré el amor.
Nunca más te veré reír, emocionarte. Tampoco te escucharé gritar de alegría o decirme TE AMO Luis.
Estas tres últimas palabras son lo más valioso que me llevo. Solo espero llegar a viejo y morir escuchando Te amo Luis de tus labios.
No sé qué pasó entre nosotros, que fue tan importante para dejar de amarnos. Ya no importa.
Recuerdo que un diecinueve de junio, nos conocimos. Nos citamos en el viejo café. Eran las siete de la tarde. Estaba sentado en un sillón cerca de ventana con vista al mar cuando te vi llegar. En ese instante, supe que eras el amor de mi vida, juntos o separados, nunca dejaría de amarte.
… No puedo… Te amo Catalina.”
La mujer lloraba tanto que la soledad se compadeció de ella y lloró también.
—¡Donde estás Luis! ¡Con el único hombre que lo intentaría una vez más, sería con vos!
—Pero no, no, ahora es un adulto, no es aquel joven enamorado.
—Espero que no haya seguido preguntando por qué. Yo aún no lo sé.
—No. Es solo un recuerdo. No es real ya no existe.
La batalla era cruel.
De pronto todo se puso blanco a su alrededor y aunque angustiada e inquieta, corrió a darse un baño, ponerse el vestido más elegante, tomar su auto y llegar hasta el viejo café. Un cálido soplo de esperanza, entibió su corazón a pesar que la lucha cruel en su mente seguía.
—¿Qué creés que encontrarás allá? Sos una tonta…
—¡Andá, no perdés nada buscándolo y tendrías un futuro con el hombre que siempre amaste también!
Llegó antes de las seis de la tarde y entró. Se sentó en el sillón donde estuvo con Luis aquella primera tarde y miró hacia el mar.
A pesar de algunos detalles en el mobiliario, la esencia del lugar estaba viva.
Respiró cada recuerdo escondido en los rincones, escuchó las viejas canciones, sintió en sus labios el primer beso, la primera caricia a su largo cabello.
—Buenas tardes, señora, ¿Sabe que va a tomar o le traigo la carta?
—Hola. Solo un café por favor.
Estaba hechizada por el tiempo.
De pronto, sin querer halló grabado en la mesa de madera toda escrita, un corazón. Se puso los lentes y leyó los nombres: Malena y Luis.
Se deshizo en llanto, su corazón se derritió como la miel en verano. No podía detener sus lágrimas.
Hasta que escuchó la voz de alguien que dijo.
—Perdón… Vos sos Catalina. ¿No?
Ella enjugó sus lágrimas y asintió con la cabeza.
—Permiso. Tengo algo que decirte. Seguramente no te acordás de mí, Soy el dueño del lugar de hace demasiados años. En tanto tiempo, conocí mucha gente y aún recuerdo a una parejita de adolescentes que, de solo mirarlos, enamoraban. Y aquí, ustedes se enamoraron y se separaron, aún amándose. Cuando te fuiste el último día, me acerqué a Luis y le di apoyo pues estaba devastado. Nos hicimos amigos y durante años siguió viniendo, a veces solo, a veces con su esposa hasta que falleció hace un año. Y hace una semana tan solo que vino y me dijo que, si te veía, te dijera que te esperaba en la casa de campo del abuelo, cerca de Santa Clara del Mar. 
Su corazón palpitó como si fuera a salirse de su pecho. Sus manos temblaban. Su voz también. La alegría de la mujer podía desbordar el mar. Enseguida lo abrazó, le agradeció de mil maneras el mensaje y salió corriendo para el auto.
Puso rumbo al sur. Llovía y la ruta estaba oscura.
Al llegar al cruce, dobló hacia la izquierda y a toda velocidad cruzó el kilómetro y medio que lo separaba de la vieja casona.
Cuando detuvo el coche, su humanidad temblaba.
La noche había teñido de azul el campo, los árboles, el camino.
La luna iluminaba la vida con su blancura.
Las luces encendidas que salían de las ventanas eran estrellas.
Corrió hasta la puerta y golpeó. Alguien abrió. Era Luis.
—Llegas a tiempo mi amor, faltan segundos para las siete. Como hace cuarenta años…
Luis dejó el bastón a un lado y extendió los brazos para guardar en su alma a Catalina.
Richard/2022
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Conectado » Mr. Charles «

Re:UNA HISTORIA MÁS
« Respuesta #1 on: 24 de Octubre de 2022, 11:07:36 am »
 
 Mis saludos para todos
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Desconectado Boxinggirl

Re:UNA HISTORIA MÁS
« Respuesta #2 on: 27 de Octubre de 2022, 12:59:04 am »
 
 Mis saludos para todos

Saludos y gracias por tu apoyo.
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