𝗖𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗮𝗽á 𝗿𝗲𝗴𝗿𝗲𝘀𝗮𝗯𝗮 𝗱𝗲 𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮𝗷𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝗹𝗽𝗮, 𝗹𝗹𝗲𝗴𝗮𝗯𝗮 𝗺𝘂𝘆 𝗰𝗮𝗻𝘀𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲, 𝗮𝗱𝗲𝗺á𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗹𝗮𝗿𝘀𝗲, 𝘀𝗲𝗺𝗯𝗿𝗮𝗯𝗮 𝘂𝗻𝗼𝘀 𝘀𝘂𝗿𝗰𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗺𝗮í𝘇 𝗽𝗼𝗿 𝘀𝘂 𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮. 𝗘𝗻 𝗲𝘀𝗲 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗺𝗶𝘀 𝗵𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝘆 𝘆𝗼 𝗲𝘀𝘁á𝗯𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗺𝘂𝘆 𝗽𝗲𝗾𝘂𝗲ñ𝗼𝘀 𝘆, 𝗮 𝗹𝗼 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿, 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗰𝗮𝘀𝗼, 𝗻𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱í𝗮 𝗲𝗹 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂é 𝗺𝗶 𝗽𝗮𝗱𝗿𝗲 𝗹𝗹𝗲𝗴𝗮𝗯𝗮 𝗮 𝗱𝗶𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝘃𝗮𝗰í𝗮𝘀. 𝗖𝗼𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗻𝗶ñ𝗼𝘀, 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗿𝗮𝗻 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗶𝗻𝗼𝘀 𝘆 𝗮𝗺𝗶𝗴𝘂𝗶𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗷𝘂𝗲𝗴𝗼𝘀, 𝗺𝗲 𝗱𝗮𝗯𝗮 𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗿𝗮 𝗱𝗶𝘀𝘁𝗶𝗻𝘁𝗼; quizás el que sus padres tuvieran un mejor trabajo hacía que ellos a sus hijos les trajeran o les dieran algo al regresar a casa.
A partir de ahí, comprendí que a papá y a mamá, no les alcanzaba el dinero; que no les era suficiente, pero cuando la milpa crecía y ya había elotes, todo era diferente, todo cambiaba.
Veíamos llegar a papá de la milpa cargando a la espalda un costal en el cual se asomaban las puntas de unos elotes de hojas muy verdes, con sus "barbitas doradas". Nosotros brincábamos de alegría; mis hermanos y yo salíamos corriendo a encontrarlo. Creo que nuestra alegría consistía más por ver el costal que de ver a mi papá llegar de su labor. Ese día nos juntábamos felices a comer en la vieja cocina y nos sentábamos alrededor del tlecuitl, cada quien con su plato esperando a que mi madre, del bote de lámina galvanizada, sacara y nos sirviera a cada uno un elote hervido. Todos comíamos y todo nos sabía tan delicioso; en ese momento no sabíamos el sacrificio que mi papá hacía por llevar unos elotes a casa.
Con el tiempo, al ayudar a mi padre en las faenas y en las labores del monte y del campo, comprendí el difícil trabajo y el tremendo esfuerzo que el hacía. Tan solo soportar las inclemencias del tiempo, el calor tan agobiante, los tremendos aguaceros, a veces el intenso frío, los vientos y los terregales... Ahí me dí cuenta de que los días que comíamos elotes hervidos, era porque lamentablemente las cosas no estaban tan bien económicamente, pero esos gratos momentos fueron los que le dieron, hasta el día de hoy, unión y fortaleza a mi familia.
Gracias, papá Benjamín, por esos momentos que nos regalaste, éramos tan felices y no lo sabíamos.
Texto: ©️ Marco Antonio Olguín Sánchez (Derechos Reservados) para la página Orgullo Mexicano
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