"Mi abuela siempre dijo que tanto ella como mi madre sobrevivieron al asedio de Leningrado de los Nazis (1941-1944) gracias a su gato Vaska. De no haber sido por ese astuto pelirojo desvergonzado, ambas habrían muerto de hambre, como muchos otros”.
- Nieta e hija de las humanas de Vaska
"Cada día, Vaska salía a cazar y traía de regreso a casa un ratón o incluso una gran rata. Mi abuela destripaba a los ratones y hacía estofado, mientras que con las ratas, lograba hacer un buen goulash.
El gato siempre se sentaba junto a ella (su abuela) y esperaba su turno para comer. Durante la noche, los tres se metían bajo la misma frazada y él las adormecía con su ronroneo.
El hambre era terrible. Vaska estaba hambriento y flaco, como todos los demás. Durante todo el invierno, mi abuela guardaba migajas para los pájaros, y cuando llegaba la primavera salía junto a Vaska para cazarlos. Esparcía las migajas y luego se ocultaban con el gato para emboscarlos. Su salto siempre era sorprendentemente preciso y rápido. Pero Vaska estaba tan desnutrido como ellas y ya no tenía fuerzas suficientes para matar al pájaro. Entonces, mi abuela dejaba que él solamente lo agarrara y luego llegaba ella para ayudarlo. Entonces, entre la primavera y el otoño, sólo comían pájaros.
Él se percataba de los bombardeos mucho antes de que pudieran sentir el ruido de los aviones. Cuando Vaska comenzaba a inquietarse y maullar con angustia, mi abuela sabía que era el momento de tomar sus ropas, agua, a mi madre y definitivamente también a Vaska, y huir de casa.
Cuando debían correr a un refugio antibombas, siendo un miembro más de la familia, se llevaban también a Vaska y lo vigilaban de cerca para que nadie fuera a llevárselo y comérselo."
A esas alturas de la guerra, Vaska estaba muy débil, pero presente en su familia, como hoy su hazaña en los museos rusos. Las ratas abundaban porque los sobrevivientes de los bombardeos comían gatos. De ahí que en plena invasión enemiga se desataran además plagas de ratas que complicaron aún más el escenario.
"Cuando por fin se levantó el bloqueo de la ciudad y volvió a llegar comida, e incluso después de la guerra, mi abuela siempre guardaba los mejores trozos para el gato. Lo acariciaba cariñosamente diciendo ‘eres nuestro sosten'.
Vaska murió en 1949 y mi abuela se las arregló para sepultarlo en el cementerio. Para que nadie pisoteara su tumba, le puso una cruz donde escribió ‘Vasily Bugrov'. Cuando llegó su momento, mi madre sepultó a mi abuela junto al gato, y luego, yo sepulté a mi madre con ellos. Hoy, los tres yacen juntos bajo la misma lápida, como en la guerra, los tres juntos bajo la misma manta”.
Historia presente en un museo de San Petersburgo.